El lunes 9 de agosto, el cartel Jalisco, molesto por cobertura noticiosa a narcos en Michoacán, publicó video en redes sociales: hombres armados y encapuchados –cobardes-, amenazan a empresas informativas, y en lo personal a periodista de Milenio, Azucena Uresti: “… si sigues tirándome, te aseguro, donde estés doy contigo, haré te comas tus palabras, aunque me acusen de femicidio…” Azucena ha difundido crónica profesional de tragedias por violencias en el país, hoy agravadas por la cachondez de un gobierno espectador de guerra entre mafias. Autodefensas se rebelan contra extorsiones del crimen organizado a aguacateros y a otros; llevan años pidiendo apoyo de autoridades; puede derivar en guerra civil. La cuenta desde donde se subió amenaza, y publican propaganda y videos de violencia ¡tenía 20 mil seguidores! AMLO habló al día siguiente de hacerse cargo de su propio desmadre: razón de esta nueva amenaza es la impunidad con que actúa la mafiocracia. Con inteligencia, justicia, y gobierno funcionales ya sabríamos de dónde salió el video, pero aun no. En este gobierno: 38 periodistas asesinados (6 este año); en 9 de cada 10 homicidios nada sabemos. Amenazas y muertes provocan desiertos de silencio. Relevante la Declaración de Principios sobre Libertad de Expresión, de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (OEA): “El asesinato, secuestro, intimidación, amenaza a los comunicadores sociales, así como la destrucción material de los medios de comunicación, viola derechos fundamentales de las personas y coarta severamente la libertad de expresión. Es deber de los Estados prevenir e investigar estos hechos, sancionar a sus autores y asegurar a víctimas una reparación adecuada”.
México es uno de los países más peligrosos para ejercer el periodismo, ser policía o vivir. Con AMLO espectador de guerra narca, la memoria de hechos violentos se hace más angustiosa y mortal. Y más si desde Palacio se ataca a la prensa por reportar errores, opacidad, negligencia o corrupción. Cómo se distrae el presidente buscando desacreditar periodistas o analistas, en lugar de a criminales. ¡Se indigna por masacres de hace 500 años, pero no le importan las de hoy! con cientos de miles de víctimas más, por violencias o por pandemia. Él-nadie más- es responsable del actual crecimiento del control territorial de la mafiocracia, la que desafía prepotente a la autoridad: grupos de poder de facto actúan como gobiernos alternos, controlan economías informales de transporte, ambulantaje, extorsión, robos, tráfico de drogas; se apropian de cuerpos policiales, infiltran guardia o ejército. Actúan ya no solo subterráneos. Feudos o micromundos fuera de control gubernamental nos vuelven a poliarquía medieval. Buscan y obtienen apoyo entre masas, con capital político ostentado como en la elección pasada. Esa impunidad y garantías al crimen organizado, afecta ya a cientos de municipios, en más de la tercera parte del territorio nacional. Y a la gobernabilidad y al Estado de Derecho, en tal dimensión, que daña tanto a seguridad pública como a la seguridad nacional. Y van por el resto de instancias gubernamentales. Urge dejar atrás cariños, y aplicar la ley con estrategias de seguridad integral, vertical y horizontal, con énfasis en la prevención desde lo local, con participación social, y con recursos.
México necesita narradores de lo que pasa: apeste, desagrade, duela o indigne. Narrativas que incluyan narcotraficantes y políticos corruptos-en el poder o fuera de-, son parte de nuestra realidad. De no ser así, pierde sentido el oficio de aportar datos útiles a ciudadanos y gobiernos; perdemos todos. Al periodismo con ética no le es opción el silencio cómplice. Ataques piratas deben hacer sustituir cartas de navegación cariñosas o ilusas en seguridad. Para periodistas amenazados la solución está en “diluir poder” de mafias, han dicho. Al presidente se le acabó el tiempo de entender y atender amenaza de mafiocracia y poliarquías, para hacerse garante del ejercicio de la prensa, como de la Constitución Política, que nos juró cumplir y hacer cumplir.
Juan Miguel Alcántara