El ex basquetbolista Kobe Bryant falleció el domingo junto con su hija de 13 años en un accidente de helicóptero. Merecidamente, los tributos y homenajes no han parado y su legendaria carrera deportiva ahora tiene además el misticismo de una muerte joven. Si quieren leer un tributo digno, les recomiendo este (https://tinyurl.com/sqrg87u) de Howard Beck quien lo cubrió de cerca desde su año novato hasta 2004. A mí me ha llamado la atención dentro del luto cuasi-universal de su muerte que hay buenas y malas condolencias.
Los relatos de las reacciones coinciden. A todos se nos encogió el estómago cuando vimos la notificación en los teléfonos “Kobe Bryant ha fallecido en un accidente de helicóptero a los 41 años de edad”, no había terminado de asentarse la noticia cuando se le sumó la confirmación que su hija adolescente pereció con él. Me considero un ávido fanático del basquetbol, pero no le voy a los Lakers, el equipo para el que jugó toda su carrera, ni era de mis jugadores favoritos. Aun así, la noticia me cayó de peso. He aquí alguien que parecía invencible en la cancha, muerto con la mitad de su vida por delante.
Sus compañeros, los jugadores más jóvenes a los que inspiró y la prensa que lo cubrió están genuinamente sacudidos. Las reacciones han sido sinceras. Ha habido muchos lamentos y condolencias excelentes, pero también muchos entre incómodos y forzados y otros simplemente vacíos. Es muy difícil dar un buen pésame.
Entiendo la intención de presentar una imagen completa y auténtica del difunto y, en el caso de los que publicamos, la responsabilidad de dejar plasmada una versión objetiva de la historia para la posteridad, pero una muerte trágica no es el momento para re-litigar las fallas o defectos de una persona. Desafortunadamente demasiados cronistas han sentido la necesidad de balancear sus elogios mencionando los errores de Kobe. No es el momento. Si era necesario sacarlos a la luz, tenían hasta el día antes de su muerte para hacerlo.
Luego están las legiones que no tienen nada que decir, pero les ponen un micrófono en la cara. Esta debe ser la situación con la que más nos identificamos. El funeral de alguien importante para sus seres queridos, pero relativamente desconocido para uno. Lo mejor es pasar las condolencias a la familia y dada la oportunidad expresar gratitud o admiración. La mayoría de estas condolencias pasarán por desapercibidas, como debe ser, el intento de protagonizar en ese momento en la historia de alguien más nunca es bienvenido.
Lo más complicado es el punto intermedio entre quienes dan y quienes reciben el pésame. Cuando te duele la pérdida de alguna manera, pero no afecta tu vida en realidad.
Expresar un dolor falso o por compromiso resulta evidente y repugnante, desafortunadamente ha habido muchas entrevistas y crónicas así sobre la muerte de Kobe y siempre hay presencias incómodas de este tipo en funerales. Por el otro lado, un pésame con la gravedad correspondiente suele ser alentador para todos los afectados en un momento doloroso. Mi consejo: sean respetuosos y genuinos.