En la entrega pasada establecimos que la humanidad ha conquistado los retos de supervivencia: guerra, hambre y epidemias. También que, con estos problemas resueltos, las personas en el siglo XXI nos encontramos como nunca en la búsqueda de objetivos de vida más allá de sobrevivir. Sumándole la automatización ya no solo de la mano de obra básica, pero también de los oficios que formaban la clase media, es fácil empezar a ver a las masas principalmente como consumidores y a la élite como capital.
Hay otro enorme factor en juego, un tipo de hoyo negro en esta situación. Cuando la humanidad ya no tiene ni hambre ni miedo a la guerra ni epidemias, deja de tener razones para hablarle a Dios. Este no es un argumento ni teológico ni ateo. Es una realidad que, en todas las creencias, se reza con más fervor cuando hay más necesidades y cuando esas necesidades son más primarias, pero cada vez hay menos de estas situaciones. Entonces, creer en un Dios, está menos presente en nuestras vidas.
Quizás necesitamos a Dios y una religión más que nunca, pero es mucho menos probable que acudamos a ellos.
Hay un propósito humano de supervivencia obvio que no ha cubierto la tecnología y es la procreación. Hay tendencias contradictorias al hacer de la procreación y la crianza los ejes de nuestra existencia. Cada vez más adultos deciden conscientemente que no quieren tener hijos y, aún quienes los tienen, quieren un número menor.
Parece ser que la crianza de descendientes se ha vuelto un tema que puede definir la existencia de una persona, pero cada vez son menos quienes quieren ser definidos por su descendencia. Claramente, tener hijos llena un enorme hueco de propósito. Mientras que es casi un hecho que un adulto no se va a morir repentinamente sin causa, los niños requieren de adultos para sobrevivir. Al mismo tiempo, es un eje que dura la infancia y parte de la adolescencia y, nuevamente, cada vez más personas acaban con un hueco al final de la crianza de sus hijos que ya no es satisfecho con solamente esperar a morir ¿Qué lo va a llenar? Mientras que no hay una respuesta obvia en 2019, es de pensar que en poco tiempo será universal la razón para vivir en el siglo XXI o nos enfrentaremos a una crisis de extinción.
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