Últimamente le hemos estado echando un vistazo a la vida después de la pandemia y quizás no haya ningún símbolo más presente al covid-19 que el uso de las mascarillas.
Aunque el momento aún se vea remoto, dudo que nos olvidemos de la pandemia hasta que dejemos de ver mascarillas afuera de lugares médicos, pero ¿Cuál es la prisa? ¿En qué nos afecta? Discutamos los efectos de la medida de protección en contra del coronavirus más adoptada en el mundo.
A estas alturas todos hemos aceptado y nos hemos acostumbrado al “teatro de seguridad”, un término empleado para las medidas que se toman en los aeropuertos para prevenir ataques desde el 11 de septiembre. Sabemos que la intención del teatro es desalentar ataques más que prevenirlos.
A estas alturas todos hemos aceptado y nos hemos acostumbrado al “teatro de seguridad”
No es que tener que sacar los electrónicos de la maleta necesariamente haga detectable a una bomba diseñada para ser pasada por seguridad, la idea es que la impresión de que están poniendo más atención lo hace ver imposible, o al menos más difícil. Las medidas de prevención en contra del esparcimiento del covid-19 tienen un efecto similar, aunque su diseño haya sido realmente para detener el contagio.
Alrededor del mundo las farmacéuticas y los expertos están no solo recomendando, pero urgiendo que se continúe el uso de mascarillas e incluso el distanciamiento social aún después de vacunados ¿Por qué? Bueno, la razón más sencilla es porque las vacunas son 100 por ciento efectivas en evitar que se agrave la enfermedad para un vacunado, pero no 100 por ciento efectivas para evitar que se contagie.
Las mascarillas son bastante eficaces para frenar el contagio, sobre todo si son utilizadas con distanciamiento social y a estas alturas de la pandemia, frenar el contagio, sobre todo de nuevas variantes, sigue siendo la prioridad y principal preocupación. El uso de máscara no solo está bien demostrado clínicamente, además desalienta la cercanía social, simplemente nos recuerda que estamos en una pandemia y da la señal que el portador no quiere que te acerques.
¿Entonces por qué colectivamente quisiéramos desenmascararnos? Porque el daño psicológico, emocional y económico de la pandemia continúa siendo fulminante y, como señalamos al principio, no superaremos este evento hasta que colectivamente logremos exterminarlo de nuestras vidas diarias.
Vacunados o no, aún no es el momento de desenmascararnos, pero el sector de salud pública ha sido excesivamente entusiasta en medidas teatrales de seguridad a pesar de los costos asociados, como el uso de gel antibacterial, la toma de temperatura y las cuarentenas y ya hay una resistencia al retiro gradual de las medidas de seguridad a mediano plazo.
En efecto, hay quienes argumentan que nunca deberíamos de dejar de usarlas porque son un preventivo en contra de enfermedades respiratorias, esas personas se han enamorado de la pandemia. Todos conocemos a quienes no les ha caído del todo mal tener la excusa de la pandemia para hacer o no hacer lo que realmente quieren. _
Juan María Naveja Diebold