Puedo entender la preocupación de nuestra singular Federación Mexicana de Futbol. Poco falta para que lleven al Congreso de la Unión la súplica para erradicar el grito.
Callar a la gente que se divierte (no es lo mismo que insultar) a través de acuerdos o normativas tontas, es como pretender prohibir que los “matachines” acompañen a la peregrinación.
Así de sencillo y de simple. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde el nacimiento coloquial de este grito?
¿Es insulto o entretenimiento? ¿Ofende o alegra? ¿Contamina o genera salud psicológica?
La muy corrupta FIFA quiere lavar sus manchas con los pecados leves de la afición mexicana.
El organismo rector de nuestro país no ha tenido la capacidad intelectual para demostrarle al mundo que el grito es provocado por nuestra forma de ser y de hablar; jamás por rencor o vejación. He aquí la disyuntiva.
Creer lo que se crea a raíz de nuestra personalidad colectiva y hasta gregaria.
El aficionado no acude al estadio a ofender, asiste a divertirse; y entre las varias maneras de entretenerse adentro del estadio, es usando el grito como la peregrinación utiliza a los matachines.
La nueva norma le está haciendo caricias mustias a la gente para que ya no grite. Todo ello proviene de un obscuro rincón donde la otra mafia se resguarda.
Darle alpiste al pueblo a cambio de su natural gozo es antinatural. ¿Acaso ya firmaron el pacto tácito para que el aficionado no acuda al estadio? ¿Eso es lo que quieren? Amenazar con diferentes tipos de castigos, llegando hasta retirar del estadio al aficionado rebelde, es señal de no comprensión.
Las autoridades sumisas han doblado las manos para que a su negocio no le llegue la supuesta desafiliación, y que jamás entre en vigor.
La presencia en el siguiente mundial se vería afectada; mundial Qatar, de la cual la designación de esa sede estuvo envuelta en corrupciones y más corrupciones.
Y ahí no hubo amenazas, castigos, normas, desafíos y rencores. A dicha peregrinación no se atrevieron a quitarle su matachín.
