Iniciar dirigiendo a Santos con dos visitas seguidas es complicado.
Los bellos conceptos que el nuevo entrenador pueda exponer a sus dirigidos se van a topar literalmente con la capacidad de los jugadores.
Esto sucede siempre y en cualquier equipo, no hay excepción.
El ímpetu y entusiasmo de Ambriz podrán contagiar para bien pero los encargados de mejorar son los que estén en el campo; el entrenador poco puede hacer.
Las virtudes individuales no las regala Ambriz y tampoco los movimientos que sean necesarios para obtener lo que se busque.
Las instrucciones son bellas siempre y cuando las condiciones del juego lo vayan permitiendo porque el futbol es bastante impredecible, es lúdico y depende de la genialidad de unos y las limitaciones de otros.
El sentido común de cada jugada no se entrena, se va dando según la inspiración y habilidad de quien trae el balón, del que no lo tiene y de la imposibilidad y resistencia que ofrezca el rival.
Ahí se detienen las instrucciones del entrenador.
Por ejemplo: el primer gol de Tigres contra Santos fue de nada.
Se podrá afirmar que la orden dada era presionar, se comprende, Pero en la forma que aconteció fue de no creerse y menos de poder aceptarse.
En tal jugada no existió táctica ni estrategia; tampoco se palpan instrucciones precisas del director técnico.
Sólo sucedió algo favor de uno y en perjuicio de otro. Inexplicable.
Ambriz se va a topar con las limitaciones de los jugadores. Pumas es la prueba cercana y casi de manera inmediata, su “querido” Toluca.