El Santos no se presentó a jugar contra Tigres. La confianza en los procesos, por ahora, no apareció; y si lo comparamos con el rival que de entrada puso a siete extranjeros en el campo contra tres de los verdes, pudiéramos imaginar que ahí empezó la derrota.
Con buena intención y mejores pensamientos, sin desordenar los conceptos, la dolorosa y casi despiadada derrota la podemos definir como bienvenida para cobrar conciencia desde este arranque.
De nada sirve ser vencido en casa por estos amarillos vestidos de azul si de aquí no se aprende incluyendo el lenguaje al declarar.
Fentanes pensaba el pasado viernes que tenía un equipo “consolidado” (textual). Sin embargo dos días después le descompusieron su idea. Por eso es muy bienvenido el incómodo descalabro.
Lo triste pudiera ser que toda (toda) la nueva confianza para reaccionar, esté centrada en los extranjeros que todavía no llegan y ya prometieron.
Se sabe que tener una base centrada en jóvenes es un riesgo latente pero ellos, a pesar de su posible inmadurez, deben darse cuenta de su enorme responsabilidad si pretenden llegar lejos.
Esto, posiblemente el aficionado no lo admite, se le entiende, pero el que debe darse cuenta es el propio jugador por más inexperto que esté.
La derrota incómoda no es un aviso, es una gran lección que todos tenemos la obligación de entender, aprender y hasta agradecer. Las lamentaciones podrán ser entendibles. Lo que no se admitirá.
A nadie le gusta perder pero el primer partido ya deja su mensaje amplio.
Si pensamos en el América, le dolió mucho haber sido eliminado en la semifinal pasada por Toluca, De esto probablemente ya se acuerden poco pero está presente.
Santos sucumbió al iniciar, duele pero es probable que no arda tanto porque hay tiempo para reparar el daño. Las Águilas todavía no se reponen.
