Aunque nada más nosotros nos entendamos, es conveniente festejar las liguillas en cualquiera de sus fases, y más ahora que gran parte del país futbolero ha volteado a observar y disfrutar lo que las semifinales nos ofrecen.
No importa que otros países no comprendan. Mientras nosotros sepamos divertirnos con calidad, con eso es suficiente.
Todos los afanes del torneo, juegos, lesiones, disciplinas, viajes, corajes, concentraciones, entrenamientos, sanaciones, sanciones, todo ha tenido un sentido para llegar a esta instancia.
Una señal de madurez colectiva es saber darle valor y aprecio a las actuales semifinales, se tenga o no en competencia al equipo predilecto.
Insisto, es señal de cultura de futbol de nuestro país porque lo atractivo de ambos clásicos es suficiente motivo para estar satisfechos con lo que tenemos porque esta industria es para todos.
La Liga debe estar muy complacida. Por ejemplo; el torneo pasado, los finalistas fueron Pachuca y Toluca.
Estos nombres con su arraigo, arrastre, impacto, aficiones y más, no se acercan a lo que cualquiera de los cuatro de hoy pueden aportarle al entretenimiento.
No se trata de evadir o de menospreciar. Hay distintos rangos de clubes que invaden y saben aportar, para bien, lo que la diversión solicita.
Tampoco se pretende hacer a un lado a ciertas regiones geográficas porque hoy no están en esta fase atractiva.
A lo largo de los torneos cortos, muchos equipos han llegado a semifinales y después a la final.
Los podemos recordar. Pero el presente nos ofrece un panorama distinto porque el centralismo más la regionalidad, hace que todos podamos estar satisfechos y contentos.
Es cuestión de visiones, gustos o enfoques. Estas semifinales son venturosas por muchos motivos.
Tenemos la obligación de saberlas valorar para encontrar la profunda razón de ser de nuestras benditas liguillas.
