El dinosaurio no se termina de morir. No sabemos exactamente cuándo comenzó esta lenta agonía y tampoco sabemos cuánto va a durar. Hay algunos optimistas que aseguran que se murió hace unos cinco años y que esta agonía no es tal, que ya está muerto, pero no le han avisado, como reza el meme (ahora se le llama así al lugar común).
Lo que sí es cierto es que este fin de semana el dinosaurio muerto-viviente recibió un señor madrazo en el último enclave importante que le quedaba. Esta elección nos dejó infinidad de enseñanzas y situaciones insospechadas. Pude ver por ejemplo uno que otro demócrata de antaño subirse al tren de los atlacomulcos y lanzar suspiros cuasiorgásmicos cuando la candidata de los priistas supuestamente subía en las encuestas. La verdad es que fue un espectáculo bastante grotesco ver personas que consideraba realmente inteligentes ser presas de un repentino fervor atlacomulqueño, eso es síndrome de Estocolmo y no jaladas.
Otro capítulo bastante divertido es el de los analistas que el día después del colapso mexiquense que se inventaron una nueva ciencia que mezcla la estadística, la ciencia política y la numerología. Gracias a esta nueva ciencia sabemos que puedes perder una elección y a pesar de ello ser el ganador. Ni siquiera a los jugadores de la selección me habían sorprendido tanto en ese extraño arte de vestir de optimismo tus fracasos. Aseguran, los perdedores, que su derrota no es tal porque obtuvieron una mayor cantidad de votos. No me pondré aquí a analizar la naturaleza de la elección en la que esos votos fueron emitidos. No soy analista político, sólo soy un hombre de mi tiempo que conoce un poco la circunstancia que lo rodea. Sólo diré que si bien todos los votos valen lo mismo, no todos cuestan lo mismo. Esos votos de los que se ufanan los amiguitos del moribundo dinosaurio son votos que nos han salido caros, bastante caros por cierto. El problema que ahora tienen es que la fuente principal para pagar por esos votos, directa o indirectamente, es el erario público.
Conservar el Edomex implicaba conservar el acceso a los dineros del erario. Cerrada esa opción, ahora surge la pregunta que no se han planteado los sesudos analistas, ¿quién pagará ahora los recibos? No creo que los pague el señor Equis, ya que no se ha hecho rico precisamente metiendo dinero bueno al malo. Él anda en estos menesteres para que eventualmente lo dejen agarrar, no para que le cojan lo suyo.