Política

¿Es el fin del abajofirmantismo?

¿Alguien lleva la cuenta de los colectivos, asociaciones, frentes, uniones, plataformas, movimientos, foros, que se han organizado en este sexenio para derrocar, cuestionar, contradecir y odiar al presidente de México? Yo no. Pero lo que sí sé es que son un chingo y dos montones. Se han formado más organizaciones opositoras en estos cuatro años y meses, que en los casi 80 años del PRI. Por lo tanto, la primera conclusión que podemos obtener de esa manía por los colectivos efímeros y los manifiestos es que no tienen ya imaginación. Es probable que nunca la hayan tenido, pero ahora que están en el otro lado de la mesa se nota su miseria conceptual. Están desnudos.

En su pintoresco arsenal sólo hay denuestos, insultos, mala leche, desprecio, odio y cacayacas. Ni una pinche idea, ni una sola idea concreta, aunque sea una pequeña; pero nada, nada que se parezca a un proyecto de nación.

Pero el odio y los insultos no se detienen en la figura del presidente, se dirige también contra sus allegados y, de paso, arremeten contra los que por aquel votaron. Los llaman ignorantes, tontos, imbéciles y otras linduras.

Lo curioso es que ellos diseñaron el jueguito para que funcionara del modo en que funciona. Ahora esas reglas que ellos inventaron les resultan poco justas, pero no les queda más remedio que acatarlas. Lo hacen a regañadientes y no han sido capaces de crear ese famoso contrapeso, porque, desafortunadamente, no son un contrapeso de nada ni de nadie. Creo que el país no los necesita, pero sí necesita el famoso.

Yo, por mi parte, no quiero quedarme atrás y también quiero armar mi Frente Único de Poetas Desvalidos, o ya de perdida mi Asociación de Escritores Fracasados, o cualquier cosa de ese estilo.

Para ello, le ha marcado a mis conocidos, a mis colegas e incluso a mis familiares.

Todos han cortado la llamada en cuanto se dan cuenta de qué va la cosa. Ni siquiera cuando llamaba para sablearlos eran tan contundentes, los más amables sólo me han dejado en “visto”. No puedo decir que no amen a su país y que no estén dispuestos a hacer lo posible para que mejore.

Lo que sucede es que la ruta de abajofirmantismo sólo ha servido para que unos cuantos oportunistas vivan bastante bien sin necesidad de trabajar, pero todo parece indicar que el negocito ese cada vez resulta menos efectivo. Eso quizá sea una buena noticia.

Twitter: @contraperiplos


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Juan Casas Ávila
  • Juan Casas Ávila
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