Anda muy activo el señor Creel, va de mitin en mitin tratando, según él, de convertirse primero en candidato y, luego, en presidente. No creo que logre lo primero, y tampoco lo segundo. Como que no prende el pobrecito. Tiene todas las cualidades de esos personajes que parecen hablarnos desde otros tiempos, ya idos por fortuna. Él mismo parece no lograr entusiasmarse con sus dichos. Como que no se ha dado cuenta que el país que ahora camina es bien distinto del que alguna vez gobernó o ayudó a gobernar.
Se toma fotos aquí y allá y sigue caminando, con bastante dificultad, porque el hombre no está acostumbrado a los ajetreos propios de la calle, que es donde, todavía, se conoce a la gente que uno quiere gobernar. Supongo que el primer mandamiento en el decálogo de un buen político es aspirar a ganar aunque no tengas la más mínima esperanza de lograrlo. ¿Es que espera algún milagro? Cree que va a convencer a la gente con sus promesas bastante generales o ambiguas; inviables en el mejor de los casos.
Hasta el orate en turno que al destaparse asegura que en cuanto se convierta en presidente, va a encarcelar a su predecesor, sin que medie proceso alguno. Esa sí que es una propuesta, porque es bien concreta y específica. Eso es lo que yo llamo humor involuntario, porque si fuera voluntario, estaríamos ante la presencia de un genio; o de un idiota, pues desde Dostoyevski sabemos que el idiota y el genio pueden ser la misma persona.
Por otra parte, cada vez que Mr. Creel publica algo en sus redes sociales, de inmediato le recuerdan el récord Guinness que rompió cuando se convirtió en el funcionario que entregara la mayor cantidad de concesiones para casinos, en el menor tiempo posible. Parecía padrino lanzando morralla el día del bautizo.
Yo, por mi parte, lo seguiré recordando al pobrecito Señor Creel como el gran reformador de la lengua nacional, es decir, el castellano. Si no fuera por su talento creativo no contaríamos con el bello sustantivo sospechosismo. Ya me imagino, abriendo el diccionario de la RAE, con esa bella entrada y enseguida la definición: “Dícese del estado anímico que predomina en un país en tiempos de elección en el que nadie cree ya nada de lo que dicen los políticos”. En fin, cada vez que miro a Mr. Creel pienso en el aserto aquel que dice más o menos así: “Esos que ahora quieren, ya no pueden; porque cuando pudieron, no quisieron”.