Cultura

Teatro Silao de la Victoria: un lugar para ver

Los argumentos de la linterna mágica, es decir, del parvo cinematógrafo llegaron para quedarse por nuestro rumbo desde 1897 traído por los hermanos Becerril quienes no dejaron de tocar plaza alguna del Bajío mexicano. Maravillados por el nuevo invento, los espectadores no tardaron en calificarlas como “vistas” y la “fiebre de cine” llegó para quedarse y se propagó con creces entre la población citadina. Tanto que otros espectáculos, como la opereta, las tertulias literarias o las misas disminuyeron su afluencia.

En los improvisados locales llamados “salones”, los primeros espectadores saciaron su curiosidad al observar cómo las fotos fijas tenían ahora movimiento. Y los diversos foros renovaron su vocación hacia el cinematógrafo, aun cuando “distan mucho de ser artísticos”, donde las compañías de cigarros no dejaron pasar la oportunidad para promover sus productos ya que, de aquellos improvisados salones vinieron a dar con otros locales mejor adaptados ahora llamados cines o cinemas o popularmente denominados “cines de piojito”.

Para efectos de nuestra historia local Silao de la Victoria se sumó a la saga de los cines con el Venecia, el Teatro México, el Rex para dar paso al Cine Montes (1959) propiedad de Luis Montes y compañía. Dicha sala le compitió con eficacia al Cine León (1958) en la ciudad vecina no sólo en amplitud sino con la oferta de proyecciones. Luego se sumó a la saga de las caravanas de artistas del señor Vallejo, empresario que promovía a los cómicos y cantantes del momento, muchos de ellos figuras de la pantalla grande y de la radio.

Los tres autobuses con los artistas recalaban por el rumbo del Teatro Cine Montes cerca de las inmediaciones de la otrora parada de los autobuses de la Flecha Amarilla por el rumbo de la Plaza Libertad. En las céntricas calles de Silao se veía caminar a las figuras del cine nacional, de la llamada Época de Oro. Asunto que los parroquianos de a pie no dejaban de admirar. Más en las diversas funciones que otorgaban. Entonces el recinto cultural se convertía en un auténtico Theatron, o sea, un lugar para ver.

Así los silaoenses cumplían con el ritual obligado de asistir al cine, sobre todo a la temporada de las caravanas y por ende a la matinée de los fines de semana. Lo mismo con la degustación de las tortas de Cata,“los deditos” y las aguas de lima del rumbo. La introducción de la dulcería y la refresquería: laPepsi que aparece en la película Santo, Blue Demon y Mil Máscaras contra las momias de Guanajuato fueron las delicias de todos sin dejar las llamadas chivitas «palomitas»con mantequilla…

Con la reconversión del recinto a teatro Silao de la Victoria en verdad evoluciona. Mientras que, en León la alcaldesa pidió al FIC “dejar un poco los teatros” para ir a la calle con los espectáculos…

Juan Carlos Porras

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Juan Carlos Porras
  • Juan Carlos Porras
  • Editor fundador de Grupo Ochocientos y actual director del Centro de Investigación y Estudios Literarios de León (CIEL-LEÓN).
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