Cultura

Ah, la historia de León

Existe una locución del jesuita colombiano Federico Cornelio Aguilar muy descriptiva de León de los Aldama (1883) que la hace una verdadera semblanza para con sus lectores del diario El Pasatiempo. A ellos les contaba su periplo por tierras mexicanas sin perder de vista su halo de viajero: aquel que ata cabos y describe. Es decir, hace verdadera crónica porque ha visto el rostro y el corazón de la ciudad que lo hospeda. Por ejemplo: “(…) El tranvía deja a los pasajeros en la Plaza Mayor, que es preciosa y está adornada de árboles, jardines, fuentes y asientos, como lo están actualmente las plazas de todas las ciudades de los países civilizados en Europa y América”.

Líneas más adelante es harto curioso y apunta: “La topografía de León se ostenta encantadora, pues se halla esta ciudad ceñida por un cinturón de arboledas frondosas y de huertas de árboles frutales, y está recostada en larga colina, formado de pedrones amontonados de lava traquítica que semejan una muralla ciclópea, cubierta de órganos (pitahaya) y de nopales (tunales)”.

Entonces el viajero profundiza su declaración y echa otro nudo para ofrecer un sonido que considero lleno de vigor: “León es en todo el antípoda de Guanajuato; ciudad que se levanta en una profunda cañada…”. Notemos pues que los guanajuateños –instalados en una profunda cañada intelectual– consideran a los leoneses retrógrados, por decir lo menos. Ellos, afirman, son la Atenas de por acá.

Levantan, desde las áridas faldas de los altos cerros porfídicos y argentíferos de la Sierra Madre, su argumento ibargüengoitiano como símbolo de poder y genio: “Confunden lo grandote con lo grandioso”, nos dicen. Ni hablar. Así son los de Cuévano. Su firmeza está fincada en el rítmico y arrebatado coro de la codicia intelectual que no reconoce obstáculos, y es capaz de levantar capitales en la cúspide de los más latos montes o en el fondo de los más hondos barrancos. Así son, aquellos dizques sabios, habitantes de la capital del Estado de Guanajuato donde los cuerpos áridos son sus referentes más notables y no los ciudadanos de a pie.

Por cierto, y regreso a la definición del cronista colombiano, destacaría una paralela, hecha por Wigberto Jiménez Moreno donde habla de la “mexicanísima ciudad donde comienzan los Altos y acaba el Bajío”. La frase lleva consigo intensidad y misterio. Posee un poder extraordinario de visión. Su sentido manifiesta grandeza y provoca que uno vea un valle hermoso con árboles y flores que nos ayuda a coleccionar una tersa rima.

Por lo anterior cerremos bien el nudo, porque somos dueños de un rostro y un corazón hábil y comprensivo, para atar lo siguiente: “León es en todo el antípoda de Guanajuato (capital)”. Ah, la historia de León.

Juan Carlos Porras

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Juan Carlos Porras
  • Juan Carlos Porras
  • Editor fundador de Grupo Ochocientos y actual director del Centro de Investigación y Estudios Literarios de León (CIEL-LEÓN).
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