Esta escritora argentina, radicada en Europa, cuenta con una probada y merecida reputación como una cuentista muy potente e imaginativa; así lo han confirmado libros como Pájaros en la boca (2009) y Siete casas vacías (2015). En sus relatos, detrás de cierta normalidad, siempre parece que subyace algo turbio.
Y así sucede también cuando transita por la novela; en Kentukis (Ed. Random House) se basa en el voyerismo, la soledad, el morbo y la intrusión aceptada. Narra la existencia de unos supuestos juguetes que son como mascotas de peluche que llevan integrada una cámara en los ojos. Los Kentukis son descritos casi como un teléfono inteligente con ruedas y forma animal. El cliente lo compra, pero no sabe quién se conectará y encarnará al animal.
Una trama sumamente orwelliana y que se desarrolla en esta sociedad globalizada y conectada; lo que pudiera creerse inofensivo trae consigo gravísimos riesgos. Detrás de algún Kentuki puede estar un pederasta o un pervertido; todo va mucho más allá de un animalito de compañía para chicos y grandes; las implicaciones pueden ser peligrosas a muchos niveles, desde alguna actividad delincuencial a provocar trastornos psicológicos en chicos y grandes. A pesar de su brevedad (poco más de 200 páginas), Samanta armó una sólida trama en que aparecen distintas voces de gente que decide tener un Kentuki y otros tantos que desean serlo –amo y esclavo, finalmente-. Una historia de tintes planetarios que nos hace ver ese sesgo perverso que la tecnología puede tener y la necesidad del ser humano de llenar vidas cada vez más vacías. Podría decirse que se trata de ciencia ficción muy asequible, pero la verdad es que estamos muy cerca de que esto ocurra en la vida real.
