Cultura

"Los otros cielos de Cortázar"

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  • Juan Carlos Hidalgo

Y se llegó el centenario del nacimiento del gran cronopio. Uno arriba a Buenos Aires para buscar su estela… para sentir su aliento. En la Plazuela que lleva su nombre y a la que se llega a través de la calle Jorge Luis Borges –vaya paradoja- no se han preparado actividades oficiales. La gente que trabaja en Palermo parece ni enterarse. En aquella pequeña rotonda rodeada de bares todo transcurre con calma en un día nublado.

A poca distancia se encuentra la casa en la que creció Borges y los habitantes le sigue llamando Serrano a esa pequeña glorieta que años más tarde dedicarían a la memoria del autor de “El perseguidor”. Y uno se encuentra persiguiendo vientos cortazarianos sin decepcionarse; supongo que así lo haría Vila Matas. Así que no queda sino esperar que abran las puertas de la primera taberna y pedir un prólogo cervecero que aperture un día entrañable para todos los lectores del argentino.

Más rebumbio se le hace en El ateneo –la librería más hermosa del mundo- donde los exhibidores se llenan de ediciones conmemorativas. El día del centenario del natalicio del escritor más jazz las instancias oficiales han reservado la inauguración de “Los otros cielos”, una exposición biográfica que se montó en el Museo Nacional de Bellas Artes, ubicado en la imponente Avenida del Libertador. Ignoro como habrá estado el protocolo dispuesto por las altas esferas.

Luego, las causas políticas de quienes están en contra de la Presidenta, Cristina Fernández, han llevado a la convocatoria para un paro nacional. El jueves 28 de agosto las puertas del monumental recinto no se abrieron por falta de personal. Hubo que esperar un día más para volar a través de una muestra que abre con una fotografía de gran formato y que te catapulta al interior del mundo del creador de “Rayuela y Bestiario” con la rapidez que se iba el humo del cigarrillo que algún día fumó el escritor.

A pocos metros te topas con la figura del típico juego infantil al que en México llamamos avión y cuya azarosa mecánica inspiró la estructura de una de las novelas más míticas de las que se tenga memoria. Esa “Rayuela” se proyecta sobre el suelo de duela y cada casilla tiene imagen propia de video. Un recurso museográfico muy acertado que resulta nada pretencioso sino conmovedor.

Y luego están las mamparas altas pintadas de colores brillantes. Allá no se muestran conservadores al momento de diseñar un espacio de exposiciones. El pulso contemporáneo se palpa en cada resquicio, ya sea en la secuencia de fotos de infancia y juventud o bien en la reconstrucción de su estudio –con máquina de escribir original incluida-. Un trabajo puntual que debemos agradecer a Juan Becerra y Graciela García Romero, curadores a los que se les da el justo crédito.

“Los otros cielos” prolonga las actividades que se han organizado para para conmemorar el “Año Cortázar 2014: cien años con Julio”, y en aquella gran sala de la planta alta no podía faltar un ejemplar de la primera edición de “Rayuela”, la carpeta de grabados que desarrolló con un amigo artista plástico y muchísimas tomas fotográficas que lo muestran como un personaje posando para su propia secuencia ficcional. Es muy cálida la pieza donde aparece mirando fijamente a un gato, además de la conocida serie en la que aparece tocando la trompeta (las tomas más difundidas son de la lente de Sara Facio).

Dividida en 12 pequeñas secciones, el conjunto incorpora además correspondencia, documentos personales e imágenes de una proyección de películas en súper 8 –nunca antes vistas en América-.

Por fortuna, el Museo posee entre su colección pinturas acerca de las que escribió en “Territorios”, un libro publicado en 1977, y que son mostradas junto a textos que explicitan la opinión sobre dichas obras.

Terminamos teniendo una visión integral de un escritor a quien le apasionaban las disciplinas artísticas por igual y que al final de su vida se convirtió también en un impulsor del movimiento Sandinista en Nicaragua. La complejidad de las posturas políticas no podía escindirse a la hora de plasmar su poliédrica personalidad.

Pero el tributo a uno de los escritores más destacados del siglo XX, a cien años de su nacimiento y a cincuenta de la publicación “Rayuela”, una de las obras fundamentales de la literatura, también contempla “Los fotógrafos: ventanas a Julio Cortázar”, conformada por placas de los profesionales que tuvieron sesiones con él, tanto en su país como en Europa.

Durante la visita nos topamos no sólo con el escritor, allí está el viajero, el esposo, el sibarita, el lector. Lo inexplicable es que tan logrado esfuerzo tan sólo pueda visitarse hasta el 28 de septiembre. Apenas poco más de un mes, lo que resulta poquísimo, habida cuenta la talla del homenajeado. A la postre, la sensación es que Cortázar sigue estando más vivo que nunca.

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