Se ha discutido mucho en las últimas semanas si el bajo crecimiento económico del PIB reportado para el primer trimestre de este año del 0.1% nos coloca o no en la antesala de una recesión económica o si hay riesgo de que esto ocurra.
Existen opiniones encontradas dependiendo a quien se consulte. Por supuesto, Presidencia opina que no es el caso simplemente que crecimos a una tasa muy baja, lo cual tiene lo suyo de cierto tomando en cuenta que otras economías del mundo no solo no crecieron, sino que decreció su PIB a números negativos.
Técnicamente se dice que una recesión se presenta si durante dos trimestres consecutivos una economía se contrae, pero esto no es tan contundente ya que existen otros indicadores que se mantienen en condiciones “saludables” por lo que, de continuar así, estaríamos hablando de una desaceleración económica y no propiamente de una recesión.
Sea como sea la forma como los economistas la clasifiquen técnicamente, estamos ante un escenario que refleja un muy pobre desempeño económico que, desde luego, no es lo que el país necesita. Las recomendaciones contra cíclicas para prevenir este fenómeno es que el gobierno deje de gastar en obras de escasa generación de valor y vaya más a estimular inversión productiva rentable y que gaste menos en programas sociales que no ayudan a salir de la pobreza.
El tema es si el gobierno quiere ir por una política económica pragmática o si continúa incrementando el gasto social que le reditúa más popularidad y aquí es donde empezaremos a ver las reales capacidades en el manejo económico para alentar una economía que languidece. De esas capacidades de maniobra depende la solidez de las señales que envíe a los dueños del capital - y ya les debe varias-.