Al minuto 53 del partido con el marcador 0-1 a favor del Atlético de Madrid, Witsel arriesga la salida en pleno callejón del área y Quilindschy, muy atento, roba la pelota con la pierna derecha, levanta la mirada, orienta la jugada y mide la llegada del goleador al único punto que existe entre portero y defensor; un balón franco que el ladrón toca con la izquierda entregando el botín al atacante que, perseguido por su marcador, tiene milésimas para decidir y definir: Giménez no conecta la pelota, ha fallado frente al marco y Feyenoord deja escapar el empate.
Todo esto sucede en dos segundos, el tiempo que separa, por ahora, a Santiago de las principales Ligas mundiales. Dentro de un año estos segundos se reducirán a uno o menos de uno, cuestión de experiencia, velocidad, instinto y determinación: en el futbol un segundo de ventaja, puede tardar un año en conseguirse.
Y como el futbol, aunque nos propongamos contarlo y controlarlo, no es exacto, vuelve al mismo espacio, al mismo tiempo y al mismo punto donde lo habíamos dejado. Al minuto 80 del partido, ahora con el marcador 1-2 en contra, el Feyenoord forma una barrera sobre el límite derecho de su área. Cobrará, a un toque, el Atlético de Madrid: Molina centra un tiro o tira un centro, depende cómo lo veamos, y Giménez, en su noble intento de poner a disposición de la defensa sus 1.82 metros de estatura, desvía el balón dentro del área clavando un cabezazo en puerta propia. Si el autogol para un defensor es riesgo de la posición, para un delantero es una posición muy arriesgada: Giménez se encontraba en el mismo sitio donde había fallado el empate, pero en el área contraria.
Todo esto, vuelve a suceder en dos segundos, mismo tiempo que se irá reduciendo el próximo año. Feyenoord queda eliminado de la Champions, el camino de Giménez a las grandes ligas está asegurado, solo hay que esperar otro rato, quizá un par de años.