Administrar, aprovechar y valorar el tiempo, es fundamental para un deportista. Cuesta mucho tiempo llegar, y al estar arriba, vuela. Entonces se vuelve escaso: se le pide que regrese, ya no hay tiempo, lo único que queda es el recuerdo de sus mejores días. La trayectoria de un atleta es corta, no significa que sea pequeña, aunque se escriben grandes historias con un puñado de años, no siempre es así. Por eso es vital no desperdiciarlo: la carrera es muy breve y la vida muy larga. ¿Qué hace un deportista con su tiempo libre? Es un asunto personal.
Una arcaica teoría establece que después de jugar, comer, descansar y entrenar, debe volver al mismo punto, continuando con esta dinámica hasta su retiro. La realidad es que el ritmo de vida de un deportista, en relación al de cualquier persona de su edad, es distinto. Sin embargo, esto no les prohíbe desarrollar todo tipo de actividades extradeportivas, siempre y cuando, no afecten su rendimiento. Uno de los casos más singulares es el de Gerard Piqué. Central del Barça y figura estelar, distribuye su tiempo entre la exigencia de un jugador en la élite del futbol profesional, y la presidencia de una empresa capaz de revolucionar, organizar, comercializar, gestionar y dirigir un evento con la magnitud de la Copa Davis.
Resumiendo: un futbolista es al mismo tiempo uno de los promotores más relevantes del tenis mundial. La implicación de Piqué en su empresa es máxima. De acuerdo con la rentabilidad que demuestra como hombre de negocios, su cabeza debe enfocarse en ellos la mayor parte de su tiempo. Nada indica que haya bajado su nivel como defensor. Lo que sí sucedió es que éste extraordinario empresario, devoró a un excelente futbolista. La lógica industrial de Piqué traicionó su naturaleza deportiva: aprovechó su tiempo para hacer negocios con el presidente de la Federación Española de Futbol, empeñando su libertad como jugador.
José Ramón Fernández Gutiérrez de Quevedo