Pocos equipos en la historia han abierto la cartera con tanto descaro y con tan poco éxito como el PSG.
Herederos del modelo Abramóvich, los gestores del segundo equipo de París, el primero siempre ha sido el Racing, llegaron al mundo del futbol con la intención de posicionar el Mundial de Qatar, lanzar una cadena de televisión deportiva, “beIN Sports”, y controlar los despachos de la UEFA desde un helicóptero o un jet privado.
Una década después, el único proyecto que tuvo éxito fue la Copa del Mundo: el club se resquebraja, la televisora se apaga y el futbol europeo hizo valer su Fair Play Financiero.
Queda la sensación que al terminar su mundial los qataríes quedaron satisfechos con el resultado y tiraron la toalla al comprobar con desencanto, que el dinero no es determinante en el deporte.
Dueños de una fortuna legendaria, consiguieron alinear en el mismo equipo a las tres grandes joyas del futbol mundial sin preguntarse si Neymar, Mbappé y Messi podrían jugar juntos.
A simple vista y sin caer en impurezas, tanto talento junto puede jugar donde quiera y cuando quiera; pero el problema no era jugar, sino competir. Y así fue como el equipo más lujoso de Europa, probablemente el más caro de la historia, se convirtió en un equipo de exhibición.
Neymar desapareció en un carnaval de selfies y lesiones, Messi se concentró en la selección argentina utilizando al PSG como método de entrenamiento para ganar el Mundial y Mbappé, que mantuvo un profundo romance con el Real Madrid con quien pensaba fugarse, fue obligado a quedarse en París.
Un par de temporadas fueron suficientes para darse cuenta de que la Champions League, el título para el que fue construido este Club, era imposible de ganar y el PSG, se acabó.
Al mundo del futbol le quedarán las fotos, la memorabilia, los souvenirs y la camiseta de Messi con el número 30 como parte de las grandes anécdotas de este deporte.