Medias tintas. A media mañana el británico The Telegraph, un diario de tinta permanente, publicó la aplicación inminente de la tarjeta azul en el futbol: un mecanismo de suspensión temporal durante el juego, 10 minutos a la congeladora por reclamaciones al árbitro y otros cancherismos; para el medio día la tarjeta azul del futbol ya era noticia en todo el mundo que hacía eco del avance de The Telegraph y analizaba las posibles consecuencias, virtudes y defectos del sistema. A media tarde la FIFA desmintió la noticia mandando la tarjeta azul al cajón de los rumores y a la medianoche, el futbol volvía al siglo pasado. Los avances en este deporte que pide a gritos una sacudida en ciertas normas y formatos, siempre son a medias tintas.
Medio tiempo. No recuerdo cuál fue el primer show de medio tiempo que vi en el Super Bowl, sí recuerdo el primer Super Bowl que miré con conciencia de aficionado al deporte atraído por un partido que tenía un logotipo, un nombre, una sede, un campo bajo techo y un relato en el que un equipo interpretaba el papel de villano y el otro el del bueno de la película: los Raiders de Oakland, que tenían la imagen de un bandido en el casco, vencieron a las Águilas de Filadelfia con otra actuación memorable de Jim Plunkett. Recuerdo también que en esos años las mejores bandas de marcha universitarias amenizaban el descanso representando la cultura colegial del deporte; hasta que llegó la cultura pop de Michael Jackson y cambió el juego.
Media vida. El futbol mexicano lleva media vida discutiendo si la Copa Libertadores es conveniente para sus equipos, mientras la confederación a la que pertenecemos tardará una vida y media en alcanzar el crecimiento que otras zonas ofrecen; durante esta discusión, el club campeón de Europa se embolsó 134 millones de euros y el campeón de América 27 millones de dólares, de ahí para abajo vienen los demás. Qué buena vida.
