Los extremos. Como si fuera una ciencia, los teóricos del futbol descubrieron los extremos. El extremo derecho o izquierdo es una de las posiciones más bonitas y antiguas de este juego. Un buen extremo, un extremo habilidoso o un extremo volador siempre han existido: bien pegados a la banda, abriendo el campo, con la pelota atada en los pies, yendo al frente, buscando la línea final, tirando un centro o una diagonal para llegar al área. Pero cuando el futbol moderno se llenó de mediocampistas, centrocampistas, box to box, enganches, medias puntas, falsos nueves, atacantes mixtos, laterales volantes o laterales ida y vuelta, el viejo viejo extremo, una posición tan clásica como el zaguero, el arquero o el centro delantero, desapareció. El “descubrimiento” de los extremos que llena la boca de los modernistas sucedió viendo jugar a España. Una selección que con Yamal por izquierda y Williams por derecha rompió sus conocidos esquemas horizontales de posición y posesión. Jugar con extremos antiguos es la última moda.
Los emergentes. Un grupo de selecciones con buenas anécdotas, pero sin historia en las Copas del Mundo, destacan en las copas continentales que inevitablemente son el prólogo del 2026. Por América se apuntan Venezuela, Canadá y Panamá; y por Europa, Georgia, Eslovaquia, Eslovenia, Rumania y Austria que, entre todos los cuadros emergentes, es el más completo. Hay dos formas de analizar el éxito que están teniendo estos países: podemos pensar que sus estructuras deportivas funcionan o podemos creer, como ha sucedido en otras épocas, que este éxito “temporal” depende de una gran camada de jugadores; hay generaciones que nacen bendecidas. En cualquier caso, son selecciones con mucho talento que pueden elevar el nivel de competencia del primer Mundial de 48 equipos que va a necesitar esta clase de rivales con calidad, para que su eterna fase de grupos no sea tan espesa.