Agujetas. Pitó el árbitro, Felipe VI ajustó su corbata, se abrió la escalinata, colocaron el escenario, entregaron el trofeo, volaron papelitos y alguien avisó a los jugadores de Real Madrid que podían festejar. Campeones de la Copa del Rey, los futbolistas parecían haber olvidado que estaban levantando otro título, el último de una lista interminable incluso para jóvenes como Rodrygo, quien con solo 22 años acumula una Champions League, una Supercopa de Europa, un Mundial de Clubes, dos Campeonatos de Liga, dos Supercopas de España y una Copa del Rey. ¿Qué se le puede decir a un jovencito que lo ha ganado todo con un equipo como este? Fácil: muchacho, abróchate bien las agujetas porque mañana jugamos contra el City.
Columnista. Wayne Rooney se sentó en un escritorio de caoba, ajustó el respaldo de su silla, encendió la computadora y comenzó a escribir. Las primeras líneas de su columna para el Times son escalofriantes, en ellas describe lo que en su opinión será una masacre: “El Manchester City no solo ganará al Real Madrid en la semifinal de Champions, lo va a aplastar”. Confiando en el poder de Haaland, el nuevo Thor, la prensa inglesa se prepara para documentar una eliminatoria catastrófica olvidando que el rival del City es un equipo que patentó el sufrimiento. Esa patente es la que ha permitido al Madrid superar la adversidad en los momentos más complicados de su vida. En cualquier caso, el escritor Wayne Rooney no jugará el partido, pero el jugador Erling Haaland sí podrá escribir la historia.
El uno y el dos. Faltando diez vueltas Red Bull soltó miles de caballos sobre la pista de Miami y dejó a sus pilotos domarlos a placer, Pérez y Verstappen fueron dos jinetes apocalípticos que convirtieron el Campeonato del Mundo en un duelo personal. Durante algunos minutos, la escudería permitió que el mundo viera en libertad a sus muchachos. El resultado fue demoledor: el campeón embistió a su compañero de equipo que hizo todo lo posible por mantener la primera posición. Al final de la carrera hubo un claro ganador, Red Bull, que con esta maniobra acabó públicamente con todas las discusiones: hemos dejado claro quién es nuestro número uno y quién es nuestro número dos.
