Alexei, Bryan, Emilio, Jorge, Alan, Daniel, Érick, Carlos, Pedro y Adrián, son nombres comunes y corrientes que podríamos tener usted, el hijo de su vecino o yo. Así, leídos a bote pronto, no deben decirle mucho, pero coloquemos al lado de cada uno de estos futbolistas los apellidos que les corresponden, ambos escritos con mayúsculas: Canteranos del Pachuca; ahora podemos leer un auténtico árbol genealógico.
Pues bien, los canteranos del Pachuca criados por la familia Martínez, dirigidos por Guillermo Almada y acompañados por jugadores de primera línea como Rondón, Idrissi y el veterano Cabral, forman un equipo que devuelve la esperanza a cualquier aficionado al futbol.
No es la primera vez, ni será la última, que los Tuzos revolucionan nuestra Liga con un puñado de jóvenes mexicanos con calidad de Selección Nacional y mentalidad de exportación internacional. Moraleja: cuando pierda usted el sentido dentro del complicado mundo del futbol, acérquese al Club Pachuca y pregúntele hacia dónde debe dirigirse.
Con estos 10 canteranos sobre el campo, los Tuzos, que están alegrando el torneo, vencieron al campeón jugando con gran identidad. Cuando damos a la palabra canterano la responsabilidad de un adjetivo para calificar al joven que nace, crece y se reproduce en la misma escuela, con el mismo estilo y los mismos valores deportivos, encontramos uno de los conceptos más poderosos del futbol: más que una palabra o definición, cantera es un territorio y canterano un acta de nacimiento.
La piel del jugador criado en cantera es una fibra sensible que conecta el cuerpo con el alma, a esa capa protectora le llamamos uniforme: el viejo espíritu de un equipo. Hilvanada por un sabio costurero, la camiseta del canterano es cobijo en la oscuridad, cobertor ante la frialdad, bandera en la tempestad y un tejido familiar que al jalar su hebra, le recuerda de qué está hecho y a dónde va.