Alan Shearer fue un jugador muy elegante, arrancaba en diagonal con una carrera portentosa y antes de llegar al área tenía definida la jugada: disparo cruzado, regate, o remate; su repertorio no era extenso, sino exacto.
Después, el festejo: siempre discreto con el índice apuntando al cielo y la camiseta al viento. Fue de esa clase de futbolistas que al cerrar los ojos y escuchar su nombre, volvemos a verlos marcar: es una estampa.
Tenía el estilo de los atacantes clásicos que tanto gusta a los tradicionalistas y una velocidad superior a la de su generación que cautivó a los modernistas. No era un delantero de época, sino de dos épocas: antes de la Premier y después de la Premier; lo que le permitió conservar en perfecto estado la madera de roble del viejo futbolista inglés y pulir su excepcional talento en la nueva era de la Liga inglesa.
Aunque es el jugador más grande que han tenido todos sus equipos, debe decirse que nunca jugó para un club grande. Debemos decir también que su mérito es mayo por ello: nos encontramos frente a uno de los goleadores más determinantes en la historia del futbol británico jugando para el Southampton, Blackburn Rovers y Newcastle, su gran castillo.
Shearer tardó ocho campañas en establecer su marca registrada: 34 goles en 42 partidos en la temporada 94-95, empatando a Andy Cole con 34 en 40 en la 93-94.
Desde entonces desfilaron por la Premier goleadores como Owen, Yorke, Hasselbaink, Henry, Drogba, Anelka, Cristiano, Tévez, Berbatov, Van Persie, Suárez, Agüero, Kane, Mané y Salah; este último con 32 goles en la temporada 2017-2018, el que más se acercó a Shearer.
Veintiocho años después Erling Haaland pulveriza los registros marcando 35 goles en 31 partidos de Premier. A Haaland, jugador de primer año, le quedan varios partidos por jugar. La pregunta no es cuándo acabará la marca, sino dónde marcamos su época: bienvenidos al reinado de King Haaland.