Desde su fundación, el camino de Los Ángeles Football Club por el mundo el futbol estuvo marcado por dos principios fundamentales: tradición y modernidad. No es sencillo que dos ejes tan distantes y distintos, coincidan en un pequeño espacio de tiempo: seis años son tan pocos, que no hace falta hacer memoria. Sin embargo, este equipo pretende guardarle un lugar al pasado, cualquiera que este sea.
Para un equipo sin historia, es más simple parecer actual, que creerse viejo; porque lo viejo en este juego casi siempre es sinónimo de grandeza. La gran cualidad de LAFC es promover todos esos gestos, símbolos, ritos y costumbres, que el juego, sin importar los colores, les heredó como parte de su familia. Antes que defender una ciudad, este equipo eligió defender al football. No le llaman soccer, como se apellida su Liga, sino football, como primera intención. Para este deporte que encontró en la MLS una nueva veta de expansión y desarrollo, es trascendental conservar todos esos atributos que lo hacen diferente al resto.
Sin renunciar a ese enorme mercado, supieron adaptarse como pocos clubes estadunidenses a los exigentes tiempos del futbol. Su estadio es tan vanguardista como acogedor; su afición es tan apasionante como incluyente; su barrio es tan bravo como solidario; su uniforme es tan clásico como único y su historia, tan breve como intensa. Mirándolo por dentro, el LAFC es el equipo de futbol más auténtico de los Estados Unidos.
Como sucede con todas las franquicias diseñadas con plantillas, hay un estrecho margen para marcar diferencias con el resto: los títulos son vitales. Pero la MLS, que aplica ciertas normas de competencia que impiden al gremio salirse del modelo, no pudo evitar que Los Ángeles Football Club haya dominado dos factores que lo distinguen por encima de todos: el valor de su marca y el valor del tiempo. Un equipo del futuro que busca un pasado.