Ningún movimiento deportivo en la historia de la humanidad, ha provocado tanta adhesión y contagio por la nobleza de su espíritu como el Movimiento Olímpico. Desde su fundación, el COI fue capaz de darle al deporte un espacio privilegiado entre los organismos más influyentes del mundo: suavizó conflictos, unió pueblos, saltó muros, entibió guerras frías, combatió el racismo, promovió la integración, cobijó países, defendió los derechos de las personas, apoyó a la juventud, le cantó a la alegría y fue un himno de paz.
Su filantropía le llevó a tener más miembros que la ONU, una responsabilidad que asume y resume en los primeros párrafos de la Carta Olímpica: “El objetivo del Olimpismo es poner siempre el deporte al servicio del desarrollo armónico del ser humano, con el fin de favorecer el establecimiento de una sociedad pacífica y comprometida con el mantenimiento de la dignidad humana”.
En las últimas horas, han sido cancelados dos de los eventos continentales más emblemáticos del deporte: la Eurocopa de Naciones y la Copa América, hijas pequeñas de la Copa Mundial de futbol, fueron borradas del calendario. Por encima de ellas, solo están los Juegos Olímpicos, pero su margen cada día es más estrecho. A 127 días de Tokio 2020, el COI vive los momentos más críticos de sus últimos 127 años. La decisión de cancelar, aplazar, o continuar con los Juegos que se inauguran el 24 de julio, puede marcar la visión de un espíritu que ha acompañado a la humanidad en las situaciones más duras. Centrar el debate sobre la continuidad de Tokio 2020 en razones económicas, es inútil. Su inversión está blindada contra cualquier adversidad. Confiemos en que las razones son otras, y el Olimpismo apegado a su filosofía, mantiene su inflexible postura, por ahora, de inaugurar los Juegos en tiempo y forma como un mensaje de fortaleza y esperanza para la gente. Ante una situación desconocida para todos, es imposible descifrar lo que pasará en los próximos cuatro meses. Hasta ayer, el Movimiento Olímpico se resistía a poner una pausa junto al gobierno japonés, puede que sea nobleza. Pero frente a la crisis, el mundo y el deporte como accesorio están obligados a reconfigurarse.