Joven, rico y ganador, la última versión del Real Madrid al que podemos denominar como el de la quinta de Bellingham, de Vinicius de Tchouameni, de Rodrygo o Brahim, se prepara para hacerle un hueco en el renovado y lujoso campo del Bernabéu a Kylian Mbappé.
Si el presente del Madrid luce prometedor, su futuro pinta demoledor. ¿Cómo logró este Club salir fortalecido de una pandemia, soportar los cañonazos de la Premier, controlar el mercado, reconstruir su estadio y mantenerse en la cima del futbol? Muy sencillo: aprovecha como pocos su pasado.
Al tiempo en un equipo de futbol se le llama historia, respetarla, pero sobre todo consultarla, es lo que permite al Real Madrid manejarse con sabiduría. Estoy seguro que antes de tomar cualquier decisión Florentino Pérez siempre se pregunta: ¿Qué haría Santiago Bernabéu en este momento? Y también estoy seguro que en algún momento del día Bernabéu siempre le contesta.
En tiempos de fondos de inversión, controles económicos, contratos colectivos y homologación de recursos, las organizaciones deportivas corren el riesgo de perder identidad a cambio de rentabilidad: la ecuación es correcta porque si un equipo no es rentable tampoco es respetable; así que en el nuevo orden industrial, comercial y financiero que se aproxima, triunfarán aquellos clubes que posean como principal activo una fórmula comprobada para hacer las cosas.
Parece tópico, pero los equipos que guarden como un tesoro las viejas recetas de familia saldrán adelante. A ese saber hacer, saber estar, saber decidir y saber trabajar, en el deporte le decimos prestigio, en los negocios know how y en el mercado marca.
Volviendo al éxito del Real Madrid como modelo de gestión social, cultural, económica y deportiva, es importante señalar que no es tan determinante el tamaño de una marca como su consistencia en el tiempo: en cualquier época el Madrid siempre parece el mismo equipo.