Hace tiempo, cuando parecía una hazaña que el futbolista mexicano jugara en Europa, solía decirse que el clima, frío y hostil, con sus campos lluviosos y pesados, sus aficiones rudas y exigentes, o sus defensas, bruscas y leñadoras, eran los principales factores para que se quedara en casa.
Entonces, el contacto con el futbol europeo era escaso. No se transmitían muchos partidos por televisión y los que podían mirarse, en especial los de España e Italia, daban cuenta de la calidad de su competencia, pero también, de su trapío y rudeza.
Por eso se dice que la trayectoria de Hugo Sánchez abrió brecha: se impuso al clima, los rivales, la presión de la tribuna y también supo repartir leña y pegar patadas cuando hizo falta.
La ciudad de Sevilla sin embargo, hospitalaria, salerosa y familiar, siempre pareció, aun en esa época, un destino ideal para los futbolistas mexicanos que buscaban ir a España.
Con dos equipos históricos tallados por su rivalidad, una de las más coloridas y temperamentales del mundo, béticos y sevillistas hicieron del andaluz un futbol al que podemos etiquetar como el más latino de Europa. No solo por su forma de sentir e interpretar el juego, que suele ser muy alegre y emotiva, sino por la calidez de ese carácter que arropa al jugador con un entorno cercano y cariñoso, haciéndole sentir en casa dentro y fuera de la cancha.
Pero esas condiciones ambientales para jugar y vivir, tan parecidas a las nuestras, tampoco fueron suficientes para que el andaluz, se convirtiera en un mercado que diera salida al futbolista mexicano durante esos años.
Los tiempos cambiaron, todo evolucionó y ahora es más común verlos jugar por allí. Con la llegada de Jesús Tecatito Corona, el Sevilla mejora su plantilla con un atacante muy versátil, que deberá encontrar pronto su mejor forma y ayudar a un equipo al que siempre le ha gustado jugar por las bandas.
José Ramón Fernández Gutiérrez de Quevedo