La última vuelta, en la última carrera, de la última temporada, devolvió a la Fórmula 1 al mundo de los deportes. Durante años, vimos a la máxima categoría del automovilismo alejarse de nosotros a toda velocidad. Mientras más avanzaban sus sistemas, más aburrida se volvía; olvidándose de la pasión, su principal combustible, y de la emoción, el auténtico motor del espectáculo.
Hace mucho tiempo que la F1 cambió las grandes historias de pilotos, rebases, campeones y escuderías, por manuales, instructivos, reglamentos y sumarios técnicos. Entenderla se volvió una ciencia, distanciando al experto del aficionado, y a la competencia del interés popular. No existe tecnología capaz de sustituir el talento y la garra de un piloto, por eso cuando Hamilton y Verstappen tomaron el control de la temporada, en la F1 se empezó a hablar más del hombre que de la máquina. Por primera vez en años, el campeonato del mundo estaba en sus manos.
Rodeados de un ambiente dramático, consiguieron ser vistos como lo que son: dos extraordinarios deportistas. Hamilton y Verstappen, en honor a los grandes héroes del automovilismo, corrieron para la historia en el circuito de Abu Dabi: pasarán muchos años para olvidar este Gran Premio. Campeón del mundo a falta de una vuelta, Hamilton sufrió en los últimos momentos de la carrera todas esas cosas que hicieron de la F1 un clásico deportivo: un accidente, un error, un rival, un equipo, un coequipero, un arrebato, un rebase, una afición entregada y un milagro.
Parecía imposible que un Gran Premio de nuestra era, pudiera definirse así. Al llegar a los últimos metros de la pista y con el título esperándolo en la meta, Verstappen iba arrastrando aficionados: por cada metro recorrido, miles de ellos quedaban cautivados. El Gran Circo, que había abandonado su espectáculo, estaba recuperando años de emotividad en un par de curvas y una recta. La lucha entre el británico y el holandés, desde ayer, una de las grandes batallas en la historia del deporte, es tan parecida a un gol en el último minuto, un cuadrangular con las bases llenas, una canasta con el reloj en ceros, un pase a las diagonales o un derechazo sobre la campana del doceavo round.
Con ese rebase de campeonato, Verstappen logró mucho más que un título, su victoria, en combinación con la dramática derrota de Hamilton, humanizaron la F1, devolviéndole ese factor inesperado que hace del deporte un lugar tan especial. Por último, nadie olvidará a Sergio Pérez, cuya entrega al trabajo en equipo garantiza que este deporte que estaba perdiendo sus valores, vuelva a ser ejemplar.
José Ramón Fernández Gutiérrez de Quevedo