El 6 de junio de 1985, la FIFA expulsó a los clubes ingleses de todas las competiciones europeas, ratificando la sanción de UEFA tras la tragedia de Heysel, donde murieron 39 personas y 450 resultaron heridas durante la final de la Copa de Europa entre Juventus y Liverpool.
La prohibición incluía cualquier partido internacional, pero permitía competir a la selección inglesa que en ese momento, clasificaba para México 86 dirigida por Bobby Robson y encabezada por Shilton, Butcher, Hoddle, Hateley y Lineker. Fueron los años más oscuros del futbol inglés, que sopesó retirarse del Mundial tras un debate en el 10 de Downing Street, donde la primera ministra Margaret Thatcher, propuso eliminar a Inglaterra.
El plan de emergencia del futbol para evitar el hooliganismo fue la primera piedra de la Premier League. Las medidas adoptadas funcionaban y la UEFA suavizó la sentencia para que clubes del tamaño del United, Arsenal o Liverpool, compitieran. Pero el propio gobierno británico, con su dama de hierro, decidió que sus clubes volverían a Europa hasta que la violencia estuviera erradicada. Treinta y siete años después de la expulsión, los ingleses encabezan el juego dentro y fuera del campo: en todo este tiempo cambiaron el futbol, más por fuera que por dentro.
En conjunto con sus seguidores mediante un ejercicio de integración, definieron las características del aficionado ideal: disfruta el futbol sin amargarse, no usa los alrededores del estadio como basurero, entiende la rivalidad como parte del deporte, no como parte de guerra; respeta todo y a todos, maleducados a su casa, llega con tiempo al partido, señala peleoneros dentro y fuera del estadio, enseña a sus hijos los valores del juego limpio, no sigue medios comunicación que fomentan la confrontación, anima siempre hasta el final aunque su equipo esté perdiendo, y es capaz de ir al partido con un amigo del equipo contrario.
José Ramón Fernández Gutiérrez De Quevedo