Se decía y aún se dice, que la influencia de un entrenador en el éxito de un equipo no alcanza un 15 por ciento, en el caso de los fracasos no sé cuál sea el porcentaje que la sabiduría popular concede al entrenador, pero al ser cesados, imagino que la mayoría de las veces cargará con el ciento por ciento de la culpa. Porcentajes al margen los entrenadores, directores técnicos o coaches tienen mucho más influencia en el deporte de la que creemos, sobre todo en aquellos deportes denominados de conjunto.
Sin embargo, hay una característica que las nuevas generaciones de entrenadores parecen estar perdiendo: se trata de la capacidad de enseñar, que no es lo mismo que entrenar o dirigir.
En su afán por controlarlo todo, un buen número de ellos se ha empeñado en almacenar la mayor cantidad de datos, variables, formaciones, fórmulas, teoremas y teorías que aplican sobre los terrenos de juego y sus jugadores, olvidando una parte trascendental de su profesión: el liderazgo.
En las últimas horas el viejo deporte nos ha vuelto a dar una lección a partir de dos entrenadores veteranos que dirigen con un perfil muy similar a un grupo de jóvenes exitosos: Andy Reid de 65 años y Carlo Ancelotti de 64. Este par de druidas logran que sus equipos se comporten con una madurez absoluta en cualquier circunstancia. Su conocimiento y dominio en el oficio de entrenador, hace mejores a sus jugadores y mucho mejores a sus equipos. Es verdad que ambos dirigen a grandes figuras en sus respectivos deportes, pero también es cierto que esas constelaciones de estrellas juegan y se comportan con la misma naturalidad y sencillez de Reid y Ancelotti.
Suele decirse también que a este tipo de entrenadores, ya entrados en años, les falta una actualización de métodos y sistemas con los que los especialistas se llenan la boca, pero la verdad es que a este par les sobra sabiduría, experiencia y sentido común.