No es la número uno del mundo, todavía, pero es la candidata número uno para ocupar esa posición. Cori Gauff, una chica con la naturalidad de una adolescente, el físico de una súper atleta y el suave brillo de un lucero, tiene todos los elementos para inaugurar una nueva época en el tenis mundial: la suya.
Finalista del US Open con 19 años, lleva en el sobrenombre el poder de una etiqueta que ha empezado a mover con fuerza la industria del marketing deportivo: Coco, así de simple. Gauff, que a los 15 años se convirtió en la ganadora más joven de un partido en Wimbledon desde la irrupción de Jennifer Capriati, venció en la ronda inicial a Venus Williams alcanzando en su primera participación la cuarta ronda del torneo. Tres años después fue finalista de Roland Garros y a partir de aquí, su ascenso a la cima del tenis ha sido meteórico.
Sexta clasificada en el ranking de la WTA, su participación en este US Open le instala en el centro de un huracán donde el huracán, es ella.
Un festín para las marcas, la audiencia y los medios, Coco tendrá que soportar la presión añadida que le impone la historia, el mercado y una injusta, pero lógica comparación con la leyenda: Serena.
Cuando Williams ganó su primer Grand Slam, el US Open de 1999 con solo 17 años derrotando en fila a Kim Clijsters, Conchita Martínez, Mónica Seles, Lindsay Davenport y Martina Hingis, el deporte descubrió una de esas luces que señalan el lugar exacto donde nace una estrella. Su esplendor y energía impactaron el firmamento deportivo dejando una estela que dividió el tenis: antes y después de Serena.
Con Coco el tiempo es distinto, su juego está por madurar y su condición de promesa requiere un profundo trabajo mental y emocional: la parte más difícil; porque los aficionados nos encargamos de transformar los sueños de jóvenes como ella en pesadillas: jugar como Serena, ganar como Serena y ser como Serena.
