En medio de la guerra generada por la invasión rusa a Ucrania, en México libramos varias guerras, quisiera hablar de una adicional a la guerra a largo plazo que mantiene la narcoviolencia en varias partes del país, es esta una guerra silenciosa que sabemos nos va a alcanzar tarde o temprano, es la guerra por el agua.
Hace algunos días, planteando el futuro y hablando de los nuevos paradigmas en la producción de alimentos con mis estudiantes de agronomía, se me ocurrió preguntarles si no conocían los 17 objetivos del desarrollo sustentable, ante su negativa me dispuse a pasarles una presentación y leerlos, fui denotando que captaba su atención más que por otra cosa, por el asombro de leer cada uno de esos 17 sueños que estamos tan lejos de alcanzar.
Fin de la pobreza, Hambre cero, Salud y bienestar, Educación de calidad, Igualdad de género y, en el sexto ya no me pude aguantar, Agua limpia y saneamiento para todos.
Difícil, nuestra gestión sostenible del agua está muy, pero muy lejos de ser realidad.
Empatados con España, somos el quinto país con mayor gasto per cápita de agua, 366 litros diarios; por encima de nosotros está Japón (374), Italia (386), Australia (493) y (Estados Unidos, 575).
En la Comarca estamos bajo la media con 311 litros per cápita, por día.
Nuestros sistemas “descentralizados” de agua y saneamiento, son máquinas terriblemente ineficientes, reducto de los peores vicios de la burocracia; siempre tienen números rojos, los SIMAS, SIDEAPAs o SAPALes y demás sirven sólo para maldita sea la cosa; cobran caro, nos escamotean el agua y saneamiento, dan mal trato al usuario y siempre presentan las excusas eternas…”hay mucha gente que no paga el agua” (¿Por qué no les cobran, si yo dejo de pagar de inmediato me cortan)…se pierde mucha eficiencia porque las líneas son muy viejas (¿Por qué no las reponen?, o entonces ¿para qué pagamos?).
No cobran todo el gasto porque se acabaría una gran posibilidad de especulación; SIMAS Torreón ha señalado que, de cada 100 litros sólo facturan 53, se pierden por fugas 30 y 17 se van sin medición.
El último capítulo de la promesa de agua saludable para la Laguna sigue derrochando esperanza de que esa guerra se postergue, al menos, 40 años.
Esperemos se concrete y que, ante los embates de un mundo más caliente, no nos alcance el destino.
Por lo pronto, el último apartado de los objetivos del desarrollo sostenible sobre agua señala que se debe apoyar y fortalecer la participación de las comunidades locales en la mejora de la gestión del agua y el saneamiento.
Ante la opacidad y la ineficiencia, tendríamos que tomar el problema de frente y buscar generar nuevos modelos de gestión social del agua, participativos, eficientes y competitivos que nos permitan trascender en el tiempo.