Cultura

De lluvia, café y pan

  • A morir a los desiertos
  • De lluvia, café y pan
  • José Manuel Vázquez Navarro

Llovió otra vez por la noche. 

Aun chispeaba en la mañana, mi camino al trabajo me llevó por campos anegados y comunidades rurales que sufrían ese extraño síndrome lagunero de lluvias intensas en nuestro desierto, los caminos de tierra se vuelven lodo y es difícil salir de casa.

Campos de sorgo, con las plantas ya para el corte, desmayadas formando caprichosos patrones circulares en el suelo; en contraste, donde ya hubo corte, el rebrote vigoroso de la soca muestra sus hojas nuevas apuntando al cielo, como agradeciendo el milagro de la lluvia.

Ya escampa, el sol escudriña el horizonte y se muestra apenas entre un velo gris de tenues nubes que se niegan a difuminarse, hay algo de viento que llega con una humedad increíble para nuestra cotidianidad, no choca con la cara, la acaricia, pues parece como si se posara suavemente en la mejilla, ante un cielo que se vuelve de un azul profundo.

Charcos aquí, charcos allá, un chanate de plumaje negro majestuoso sacude sus alas en la rama de un mezquite; un reductor de velocidad en la carretera me hace voltear a un tendajo al lado del camino, donde se ha parado una camioneta cerrada y el conductor saca de atrás una caja de cartón, evidentemente es la entrega del pan.

Café con pan, rítmicamente la frase resuena en mi mente; y sí, siempre se me antoja un café, pero ante este clima esa dualidad suena increíble. Desde muy joven he sido fan de la cafeína en mis venas y he sido afortunado en poder degustar infinidad de variedades, mezclas y formas de preparación de café. 

Tiene que ser café de grano para que el gusto sea satisfactoriamente cumplido. 

Adoro los cafés aromáticos, disfruto que mi oficina se inunde de ese rico aroma y acercar la taza a mi boca acrecentando el disfrute de esos volátiles en mi nariz.

Desafortunadamente no paré por pan, pero una galleta ha acompañado un delicioso y aromático café de Coatepec, Veracruz. 

La galleta sustituyó en parte al pan, pero nada como esa otra estrella de la gastronomía mexicana, su majestad el pan.

Cochinitos de piloncillo, conchas de chocolate o vainilla, donas azucaradas, orejas de hojaldre, las deliciosas campechanas, los increíbles polvorones y una canasta más de delicias. 

Y sí, apenas llueve y hace un poco de fresco, nos da por abarrotar las panaderías laguneras. 

En lo personal, las mañanas frescas de los fines de semana suelen conducirme a una expedición punitiva al Ejido los Ángeles, Dgo. a comprar pan de cocedor y rememorar mi infancia con una empanada de trigo rellena de dulce de calabaza.

Pues cierto, amable lector, las penas con pan son buenas y con café se sobrellevan mejor; fuera de casa con mascarilla, gel y sana distancia, por favor. 

Provecho.


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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