La discapacidad moral de Adán Augusto López es grande, tanto como su oscurantismo. Pretendiendo ser chistoso, irónico o sarcástico, ante las enardecidas acusaciones de Lily Téllez a su partido en la Cámara de Senadores, el 28 de junio se sacó de la manga el as de la injuria a una comunidad excepcional: “Yo siempre tiendo la mano sobre todo a los que tienen alguna discapacidad. A las locas y los locos hay que tenerles mucha consideración”, dijo con tono de perdonavidas, seguro de haber dado en el blanco. Y lo hizo: en su cuenta de X la periodista Katia D’Artigues, con un hijo con Síndrome de Down, le respondió: “No, senador: discrimina usted al usar la discapacidad como un intento de descalificación, insulto plagado de conmiseración capacitista hacia quien considera una adversaria. En otros tiempos, Conapred le hubiese contactado para ofrecerle un curso. Ojalá aún lo haga”.
En una entrevista de 2009 con Salim Kuri para la revista Quién, Katia habló de su hijo Alan, de sus temores al conocer su estado, pero se informó, compró libros, tomó cursos y llegó a una conclusión: “Es fascinante ser mamá de un chavo con discapacidad. Me toca a mí aprender de él, es mi maestro en la vida, así lo quiero ver”. Para ella, lo más importante ha sido “enseñarle a valerse por sí mismo”.
Sobre esto, el cartujo guarda un texto de Eduardo Vázquez Martín publicado en Letras Libres con motivo de la muerte de Gilberto Rincón Gallardo (1939-2008), un auténtico hombre de izquierda, no como tantos farsantes de ahora, fundador y presidente del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación.
Don Gilberto padecía una deformación congénita en los brazos y las manos, pero aprendió a superar sus limitaciones. “Un día —dice Vázquez Martín—, mientras lo observaba con asombro atarse con destreza las agujetas de los zapatos, me confió que su madre nunca había querido hacerlo por él, y que viéndolo sufrir por el esfuerzo lo animaba: si no puedes abrocharte solo las agujetas del zapato, no podrás hacer nada por ti mismo en la vida”.
Estos ejemplos, entre muchos otros, muestran la importancia de tener madre.
Queridos cinco lectores, El Santo Oficio los colma de bendiciones. El Señor esté con ustedes. Amén.
