Política

Contra la obediencia

El cartujo se derrumba sobre su desvencijado catre al culminar la lectura de un libro riguroso, incómodo, implacable: Desobediencia (Taurus, 2018), del filósofo francés Frédéric Gros. Es un libro contra la pasividad, la cobardía, la molicie de ciudadanos atados a la obediencia ciega en un mundo donde tantas cosas justifican levantar la voz y asumir las consecuencias. La idea de una democracia crítica recorre sus páginas, también la de la responsabilidad individual; todos tenemos un yo indelegable, y al mismo tiempo un compromiso social.

Las palabras de Sócrates, Montaigne, Arendt, Thoreau y Kant, entre otros pensadores, resuenan en esta obra; previenen contra el conformismo y la uniformidad, alientan la desobediencia ante la injusticia, así esté avalada por la mayoría. Nada exonera del silencio. “no hay excusa para no combatir tal o cual iniquidad”, escribe Gros. “Ser intelectual —agrega—, artista, escritor, pero quizá, de un modo más fundamental, tomarnos en serio nuestro oficio, nuestro destino de ‘hombre’, significa obligarnos al compromiso, a la toma de partido y, llegado el caso, a la lucha. Porque la neutralidad es una opción: la de complicidad pasiva”.

Inmoralidad de la diferencia

En la oscuridad de su celda, el cartujo piensa en cuántos de los funcionarios y simpatizantes de la 4T no están de acuerdo con algunas de las decisiones de su líder, pero no dicen nada, temerosos de ser marginados, castigados, humillados; de incurrir en la inmoralidad de la diferencia. Por eso resulta relevante la renuncia de Clara Torres Armendáriz como responsable del Programa de Estancias Infantiles de la Secretaría del Bienestar. Renunció el 16 de febrero “por considerar injusta la medida propuesta por el titular del Ejecutivo federal, de recortar el presupuesto a este programa y de entregar a los padres y madres de familia el apoyo económico y no a los encargados de estas estancias infantiles”. Torres Armendáriz se quedó sin trabajo, pero seguramente en paz con su conciencia. ¿Cuántos más pueden decir lo mismo, cuántos se atreven a cuestionar la voluntad presidencial?

López Obrador cada mañana pontifica y previene contra la desobediencia: de sus funcionarios, de los legisladores, de los jueces, de los organismos autónomos; a su manera, exige sumisión y otorga perdón o castigo. Torres Armendáriz tuvo el error de la indocilidad, por eso ha sido acusada de conflicto de intereses por una empleada del gobierno federal y blanco de ataques en las redes sociales, donde los acólitos del poder son implacables.

En la construcción de su utopía (purificar al país), el mandatario mexicano es intransigente. Para él, gobernar es proteger, cuidar a los ciudadanos, como si fueran niños “agradecidos y temerosos”. Por eso otorga dádivas y siembra esperanzas. Dice Gros: “Esta obediencia de gratitud, que todo dirigente sueña con provocar, responde a tres cualidades de dicho dirigente: la competencia (le obedecen porque tiene el conocimiento, la pericia), la virtud (le obedecen porque se conoce su integridad moral) y la abnegación (le obedecen por su entrega a los demás)”. López Obrador se mira en el espejo y observa competencia, virtud y abnegación, por eso reclama la obediencia de todos, la docilidad fanática.

Días oscuros

Todos tenemos una responsabilidad global —dice Frédéric Gros—, no podemos ser indiferentes ante las injusticias, “es imposible hacer como si el alejamiento geográfico, la distancia social, la impotencia política pudieran eximirnos de reaccionar contra ellas”. El monje piensa en su propio pasado, en el niño testigo de una madre golpeada por un padre iracundo. Lo hace cuando se entera de la suspensión de subsidios federales a los refugios para mujeres, niños y niñas víctimas de violencia familiar extrema. Es una decisión de López Obrador, afecta a más de 20 mil mujeres y sus hijos, según la Red Nacional de Refugios. Pero entre los funcionarios de la 4T nadie dice nada, todos obedecen, nadie renuncia, ni siquiera quienes presuntamente defienden los derechos de las mujeres.

Sartre escribió: “lo propio de la realidad humana es no tener excusa”. Cuando lo hizo —dice Gros— fue para darle un carácter ilegítimo a toda pretensión de neutralidad. La poeta, empresaria cultural, directora del Festival Letras en Tepic, Lorena Elizabeth Hernández, relata en Facebook su historia como víctima de violencia familiar. Es un acto valiente, de solidaridad, de desobediencia contra disposiciones absurdas.

Cuenta cómo en 2016 huyó de su casa, con su hija, una bebé. El padre de la niña la lastimaba y ella comenzó a temer por la vida de ambas; se resguardó en la casa de una amiga, después viajó a Tepic, de donde es originaria. Entabló una demanda contra su agresor, han pasado tres años y ella ha recorrido los laberintos de la justicia mexicana, pero el juicio se ha resuelto a su favor. “Si se confirma la sentencia —dice—, ésta va a sentar precedente en la CdMx”.

En estos años, Lorena se adentró en el mundo terrible de las mujeres violentadas. Por eso dice: “Si bien nunca recurrí a un refugio, por tener la suerte de contar con alternativas, sé que estos espacios pueden ser la diferencia entre vivir y morir.

“Necesitamos, todas, apoyo familiar, de los amigos, del trabajo y principalmente institucional, del Estado mexicano en su conjunto, para detener esta oleada infame de agresión, de daño, de golpes, de muerte”.

Queridos cinco lectores, El Santo Oficio los colma de bendiciones. El Señor esté con ustedes. Amén. 

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José Luis Martínez S.
  • José Luis Martínez S.
  • Periodista y editor. Su libro más reciente es Herejías. Lecturas para tiempos difíciles (Madre Editorial, 2022). Publica su columna “El Santo Oficio” en Notivox todos los sábados.
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