Ante las masivas protestas del 11 de julio en Cuba exigiendo cambios políticos y sociales, el presidente Miguel Díaz-Canel respondió con la contundencia de los autócratas.
En cadena nacional de radio y televisión, llamó a sus incondicionales a salir y enfrentar a los “provocadores”: “La orden de combate está dada: a la calle los revolucionarios”, vociferó el heredero de Fidel y Raúl Castro, pretendiendo apagar el clamor de miles de cubanos, hartos de la pobreza, la falta de expectativas y derechos democráticos; un día después quiso mostrar un rostro más amable, pero nadie le creyó nada.
En un texto lúcido y valiente, Leonardo Padura, uno de los escritores cubanos más reconocidos de la literatura contemporánea, reflexionó sobre la situación de su país, habló del perverso embargo estadunidense pero también de la pérdida de esperanza de muchos de sus compatriotas: “Si se pierde la esperanza se pierde el sentido de cualquier proyecto social humanista —escribió—. Y la esperanza no se recupera con la fuerza. Se le rescata y alimenta con esas soluciones y los cambios y los diálogos sociales, que, por no llegar, han causado, entre otros muchos efectos devastadores, las ansias migratorias de tantos cubanos” y las protestas callejeras, seguramente engrosadas con algunos mercenarios y oportunistas, pero sobre todo pobladas de gente cansada de vivir en un régimen represivo.
Los medios de comunicación, controlados por el Estado, desacreditaron a los manifestantes, acusándolos de robo y violencia, justificando las detenciones de cientos de ellos.
En una reunión con la prensa, posterior al 11 de julio, una periodista planteó a Díaz-Canel “ayudarle a crear una imagen más fresca y ágil”. Al comentar la propuesta, la escritora Wendy Guerra dijo: esta sería una “misión imposible en un hombre sin fuerzas ni capacidad ni interés para enfrentar a su pueblo levantado en las calles o trancado y amordazado como fieras dentro de sus casas o en las redes sociales”.
En el gobierno mexicano nadie escucha los alaridos de gran parte de la sociedad cubana, por eso la insólita bienvenida al dictador.
Queridos cinco lectores, El Santo Oficio los colma de bendiciones. El Señor esté con ustedes. Amén.
José Luis Martínez S.