En su libro Alguien habló de nosotros (Contraseña editorial, 2020), Irene Vallejo dedica un ensayo a los defensores “a ultranza” de la austeridad. El cartujo lo recuerda cuando en nuestro horizonte esta política “republicana”, impulsada desde Palacio Nacional, justifica todo, incluso las decisiones más perjudiciales para los pobres, quienes se han multiplicado en el actual gobierno, en especial en el infierno tan temido de la pobreza extrema.
La austeridad no respeta nada, excepto los proyectos prioritarios del régimen, costosos, polémicos y acaso condenados al fracaso: el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, la Refinería de Dos Bocas y el Tren Maya.
¿Cuál será la herencia de la 4T cuando, en nombre de la austeridad, se descuidan y deterioran la salud, la educación, la ciencia, la cultura y el medio ambiente? ¿Cuál será el saldo cuando, ante el avance del crimen organizado —y la falta de recursos o voluntad para combatirlo—, comunidades enteras son abandonadas, obligando a sus habitantes a la vida dolorosa y precaria de la migración forzada?
Los espartanos despreciaban la democracia —como la desprecian en México quienes no solo transgreden las normas electorales, sino, desde todos los frentes, promueven el desprestigio de los encargados de aplicarlas—, pero eran ejemplarmente austeros: “Habitaban en casas de sencillez extrema, desprovistas de decoración, y se alimentaban en comedores colectivos donde les servían raciones frugales de una sopa negra nutritiva, pero nada apetitosa”, escribe Vallejo. Y en nombre de la austeridad, “sacrificaron las palabras, la belleza y el placer de vivir. Nadie pasea hoy por sus ruinas porque nada legaron al futuro”.
Si como predijo Mario Molina, Dos Bocas se va a inundar; si como dicen los expertos, el AIFA no resuelve sino complica la navegación aérea; si como afirman los ecologistas, el Tren Maya ocasionará un daño irreversible a la selva lacandona; si la gente continúa huyendo de sus pueblos, la 4T, como los espartanos, dejará solo ruinas por las cuales nadie querrá pasear. Esos son los pronósticos, ojalá nunca se vuelvan realidad.
Queridos cinco lectores, El Santo Oficio los colma de bendiciones. El Señor esté con ustedes. Amén.
José Luis Martínez S.