Con los mismos recursos que cuesta construir los fraccionamientos de alta densidad conocidos como H4, se podrían hacer verdaderas colonias y barrios que sean más atractivos, funcionales y valiosos.
Construidos desde hace tres décadas, con recursos limitados y bajo estrictas normativas arquitectónicas, los fraccionamientos H4 no han cumplido con el objetivo de ser los hábitats integrales y de calidad que necesitan sus moradores, y, en muchos casos, han sido un fracaso. Sobre todo, los que quedaron desconectados y distantes, resultando en el abandono de miles de viviendas, los ahorros de incontables trabajadores perdidos. Millones de mexicanos que no pudieron obtener el patrimonio familiar más básico por el que trabajaron toda una vida: tener una casa propia, pequeña, pero útil y digna. Situada en un barrio sano, rodeados por buenos vecinos, gente trabajadora como ellos. No polvorines de criminalidad y miseria.
Otros de estos fraccionamientos H4, más cercanos y dotados de servicios, tampoco resultaron los hábitats que sus residentes esperaban, sin lo necesario para una vida plena. Ahora están deteriorados o en condiciones deplorables.
Los nuevos proyectos de alta densidad deben pensar más en las personas, en sus necesidades y futuro, que en todo lo demás. Cuando se trate de casas unifamiliares en terrenos de 90 metros cuadrados de superficie, el lote estandarizado de 6 metros por 15, no puede tener una cochera para dos autos. Destinar casi el 30% de la superficie del predio a los coches es un desperdicio que impide tener un patio o jardín para la familia que lo habitará, lo que hace que estas viviendas ni siquiera puedan llamarse casas. Con la misma área construida que tienen las hechas hasta ahora, pueden hacerse espacios amplios y atractivos en donde las familias se reúnan, sin tener que huir de casa. Habrá que pensar en el crecimiento futuro, utilizar el tercer piso, y quizá hasta el cuarto, ¿por qué en la Europa “primermundista” se puede, y aquí no?
La calidad de la vivienda no es solo asunto de negocios o intereses políticos de autoridades y promotores inmobiliarios, sino la decisión de las personas que las habitarán, quienes han de tener la capacidad de vislumbrar su futuro y adquirirlas casas que les ofrezcan las mayores posibilidades de desarrollo. Que sean, en verdad, su patrimonio familiar.
