La nueva versión del Plan Metropolitano de Guadalajara, POT-Met, declara que su “modelo de desarrollo territorial plantea seguir consolidando una metrópoli C3E: cercana, conectada, compacta y equitativa” (pg. 409). ¿Será que Guadalajara se “consolida” en esa dirección? El plan agrega que, una metrópoli compacta, “se refiere a la utilización del suelo de una manera eficiente, evitando el desperdicio de tierra para ámbitos urbanos”.
La Unión Europea -y múltiples urbanistas-, entienden por “ciudad compacta” algo distinto: “un modelo de ciudad caracterizado por una alta densidad.”Guadalajara no es una ciudad de alta densidad como las ciudades europeas, nunca lo ha sido, y, nada indica que lo vaya a ser algún día. Principalmente, porque a los tapatíos no les gusta la alta densidad y tratan de evitarla a toda costa. Quizá tampoco sabemos vivir en ella.
Optimizar el suelo y no desperdiciarlo, como sugiere el POT-Met, es obligado e imprescindible para todas las ciudades, no solo para esta, pero eso no hará a Guadalajara “compacta”. Partir de sueños improbables, y, quizá ni siquiera deseables para los oriundos de esta urbe, dificulta al plan proponer una visión realista, propia y adecuada para Guadalajara. Una ciudad que se dedicó a dispersarse desde que tuvo autos en los años 40 y 50. Y, que hoy, se sigue extendiendo, pues no hay uso agrícola que se resista y compita en rentabilidad con la urbanización. ¿Es esto un pecado?
El 18/07/2022 escribí que el POT-Met (en su primera versión) reprobó a las ciudades “D”, las “distantes, desconectadas y dispersas”, como lo es Guadalajara, pasando por alto que, ciudades donde esto ocurre en forma moderada, como Vancouver, Portland o Seattle, en la Costa Oeste norteamericana, son algunas de las más sustentables del mundo, gracias a su poder económico, es verdad, pero también a su buen transporte, civismo y cuidado del medio ambiente.
Si Guadalajara desea un modelo “expansivo”, hagámoslo correctamente. Que la ciudad crezca en forma ordenada y no indiscriminada, respetando sus áreas naturales, con calidad en su vivienda, y con las infraestructuras y servicios necesarios. Las ciudades pueden convivir en balance con sus áreas agrícolas, y, como contraparte, practicar agricultura intensiva en su interior. Llevemos la naturaleza dentro de la ciudad. Lo infructuoso es descartar un modelo urbano propio, que ha resultado adecuado en otras ciudades. ¿Por qué no podría serlo aquí?