Política

Luis Barragán no respetaba el patrimonio

Luis Barragán no respetaba el patrimonio. O por lo menos, no todo el patrimonio. Evidentemente, esto es broma, pero una con algo de verdad. Para un joven Luis Barragán, cierto neoclásico del terruño, y, quizá también algo de su ecléctico, no eran materia de valor o conservación en los años 20 y 30 del siglo pasado; habrá que saber que pensó al respecto en su madurez. Es verdad que no es lo mismo un neoclásico de alta manufactura, como el del Hospicio Cabañas, que el original frontis del Teatro Degollado, de un neoclásico más popular, menos “culto”, como la mayoría del que se hiciera en esta ciudad.

Luis Barragán “intervino”, por decirlo de alguna manera, dos casonas neoclásicas, la casa Robles León en la calle Madero, y la familiar de Chapala, imprimiéndoles una nueva y maravillosa expresión. En la primera, aprovechó la arquería original de cantera dando al espacio un “toque mediterráneo”, sin cambiar la fachada neoclásica-ecléctica; quizá el encargo no incluía su modificación. En la de su familia, borró totalmente la original fachada neoclásica, dando pie a una de sus obras tempranas más icónicas, que refleja al exterior el perfil de la escalera interna.

Al parecer, intervino una tercera casa, la Robles León de Chapala, quizá ecléctica, proyecto atribuido ni más ni menos que al gran arquitecto-ingeniero Guillermo De Alba (https://revisionesgdl.com/2013/05/09/ficha-madero-607-casa-robles-leon/). No he podido constatarlo, pero hace tiempo vi en redes sociales una supuesta imagen de esta casa en su estado original, un insólito “chalet” de techos apuntados, que Barragán sustituyera por la brillante casa moderna-regional, “estilo bunker”, en tono ocre que, gracias a Dios, se conserva, aunque no en el mejor estado.

El escepticismo del joven Barragán hacia dos corrientes arquitectónicas historicistas, es entendible. A principios del siglo XX, la conservación patrimonial estaba en ciernes en Europa, precursora y vanguardia en la materia. En Guadalajara, simplemente no existía, faltarían décadas para que asomara por aquí. Un siglo después, aunque plenamente establecida, la asignatura aún nos falla con frecuencia. Hemos de reconocer que, en buena medida, seguimos reprobándola; el estado de algunas de las propias casas de Barragán lo ejemplifica. Esto sí, es injustificable.

Fuera de humorismos y anécdotas, Luis Barragán, en su sofisticada sensibilidad, fue un apasionado de la arquitectura histórica y patrimonial que aprovechó como inspiración para su trabajo. Hagamos lo propio, veamos el pasado con ojos de futuro, y no perdamos ni una más de estas joyas valiosas y útiles, esenciales para una mejor Guadalajara presente y futura.


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José Javier Gómez Álvarez
  • José Javier Gómez Álvarez
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