Con el gusto de que Enora, el café y restaurante de barrio al que asisto con asidua frecuencia, ya cumplió dos años en operación.
Cuando esta joyita abrió en la confluencia de nuestros cuatro barrios -Seattle, Tepe, Maestros y El Capullo-, con un lleno total en fines de semana, convirtiéndose en nuevo sitio de moda, mi único temor era que la veleidosa costumbre tapatía de asaltar en tropel los sitios de reciente apertura para abandonarlos más pronto que tarde, pudiera desequilibrar el lugar.
Aunque el cuidado y esmero que su equipo de trabajo demostró desde el primer día, dio la impresión de que perduraría. Ahora se ve una clientela estable, en buena medida formada por vecinos, como debe ser en un café de barrio. Nos toca seguir apoyando y frecuentando un espacio comunitario que vale la pena y nos beneficia. Ni al caso tomar el coche, contaminar y embotellarnos para ir a otras zonas de la ciudad, cuando tenemos sitios próximos agradables a los que podemos llegar caminado, en forma relajada y pacífica, civilizada.
Los barrios y colonias de la ciudad deben prodigar a los vecinos, -quisiéramos que nos brinden-, todo lo necesario para vivir contentos, tranquilos y motivados. Que sean entornos agradables y sanos. Lugares para estar y descansar, estudiar y trabajar, con todo lo que se requiera para llevar, y sobrellevar, la vida. Una tiendita, quizá un mercado o tianguis limpio y ordenado, y algún servicio más. Dónde caminar, pasear y respirar. Y, ya entrados en gastos, espacios de fuerza y serenidad, algo de diversión mesurada, y lo que falte.
Cuando veo a mis vecinos de la Seattle preocupados, poniendo mantas informativas porque les quieren poner un bar o antro o qué se yo, este café muestra cómo se pueden hacer las cosas bien, con respeto, comida rica, música en un volumen adecuado, y una clientela discreta. El problema no es tener un establecimiento en una colonia, sino la forma en que opera.
Un café bonito y agradable puede ser benéfico para cuatro barrios.
Una felicitación muy grande, con todo el agradecimiento, al equipo amable y empeñoso -pasado, presente y futuro- que lo hace y hará posible, brindándonos los cafetines mañaneros, las cervezas y vinitos de la tarde-noche, los chilaquiles morita, las hamburguesas y demás viandas ricas que nos alegran la vida.