El derecho a un medio ambiente sano es un derecho constitucional en México, y uno internacional avalado por las Naciones Unidas. Para quienes vivimos en ciudades, significa que estas deben ser saludables, habitables y armónicas. Sobre todo, deben serlo sus barrios y colonias habitacionales, que es donde pasamos el mayor tiempo de nuestra vida.
Sin embargo, múltiples barrios y colonias en Guadalajara han perdido su salud, paz y tranquilidad debido al tráfico excesivo que las satura, provocándoles contaminación, ruido y accidentes. Primordialmente, el tráfico de paso, aquel cuyo destino no son los barrios a los que solo cruza de camino a sitios más lejanos, impidiéndoles ser los lugares sanos y amables a los que todos tenemos derecho.
Como derecho constitucional, el bienestar y la salud -física y emocional- de los moradores de los barrios están por encima del uso indiscriminado del automóvil por parte de otros, así sean muchos. El uso del vehículo privado es un privilegio personal, no un derecho humano. Podrá justificarse para ciertas actividades, momentos y personas, pero con frecuencia es superfluo y arbitrario, por mera comodidad y sin medir sus consecuencias.
Quienes terminan pagando los daños colaterales, al perder su calidad de vida, son los vecinos de los barrios y colonias abiertas, sobre todo las céntricas, donde la presión del tráfico es mayor. De allí la proliferación de cotos y urbanizaciones cerradas y cada vez más lejanas, en detrimento de la ciudad y del sentido de comunidad.
Por justicia, debe permitirse a los vecinos recuperar el bienestar perdido protegiendo a colonias y barrios del tráfico de paso, uno de los factores más lesivos para la integridad barrial. El derecho vital de un grupo de personas, por definición, una minoría, tiene preeminencia sobre la comodidad y los privilegios de una mayoría. Además, con frecuencia, las minorías perjudicadas, sumadas, terminan por ser mayoritarias; son muchos los barrios y colonias afectadas en la ciudad.
Como automovilistas, no tenemos derecho a exigir paso franco por doquier. Ninguna ley dice que nuestros autos circulen por todos lados. El derecho al libre tránsito significa poder llegar libremente a nuestro destino por las rutas definidas para ello, no por donde queramos. El tráfico masivo ha de canalizarse por avenidas y vialidades primarias, esa es su función, y no por calles vecinales, destinadas al tránsito local. Evitemos el uso del auto todo lo posible, sobre todo en horas pico. De otra forma, avenidas y calles no serán nunca suficientes. La pandemia ha evidenciado que, con voluntad y organización, el uso del auto puede reducirse sustancialmente.
En nuestra ciudad hay grandes proyectos de espacio público y movilidad que nos favorecen como peatones y usuarios del transporte público; como ciclistas, cada día tenemos nuevas ciclovías. Ahora requerimos apoyar a los vecinos evitando las afectaciones que vulneran sus barrios. Para lo cual, los automovilistas deberemos contribuir haciendo un esfuerzo, sacrificando un poco de comodidad. Recuperemos los barrios devolviéndoles su paz, salud y armonía. Que las calles vuelvan a ser para las personas. Tendremos ciudades más sustentables, justas y atractivas en beneficio de todos. Tenemos el derecho, hagámoslo valer.