Cultura

La delirante flor del desvelo

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  • La delirante flor del desvelo
  • José de la Colina

Cualquier palabra o frase oída al azar, emitida en una trivial conversación, o leída en el periódico del viajero vecino en el Metro, o recordada de un sueño, u oída de una película hablada en una lengua forastera, puede producirnos una expansiva, vertiginosa, loca invasión de ideas e imágenes, de analogías y recuerdos, de pensamientos y ensueños que excite la memoria y/o la fantasía. Así le sucedió al poeta Arthur Rimbaud con un frívolo título de vulgar vodevil leído en un cartel callejero que le causaba escalofríos de espanto. Otro poeta, Gerardo Deniz, cuando era niño y oía en la zarzuela La Verbena de la Paloma a un personaje lamentar que su hijito no podía dormir porque hacía "un calor que salía fuego de la pared", imaginaba una escena atroz: la habitación convertida en un horno donde un niño se achicharraba en lentas llamaradas.

Casos que suelen ocurrir a escritores de inspiración pobre y mansueta en cuanto trasnochamos sobre páginas o cuartillas, pero hay autores a los que el desvelo les aprovecha, y ocurre que nos sorprendan con una derivada frase absurda y/o maravillosa. Lo cual puede darse lo mismo si escribimos que si solo leemos.

Va un ejemplo de mi diario nocturno: en una noche de hace no sé cuántos años me desvelaba transcribiendo a máquina (de escribir) una página del libro El circo para una antología de Ramón Gómez de la Serna, y, como surgiendo de la subterránea selva del delirio, brotó el párrafo siguiente: "Miramos demasiado a las piernas de la trapecista, ¡oh, ofendiéndola!, y nos fijamos en sus muslos mórbidos".

De pronto tuve que frenar y echar atrás la lectura para volver a ofendiéndola. ¿Qué era una ofendiéndola? ¿La péndola dorada de un gran reloj barroco, o una exótica flor de belleza fastuosa y rara, o una mariposa danzante en un paisaje de primavera embriagadora, o el nombre puesto en letras doradas al pie de la figurina giratoria de una cajita de música? ¿O quizá había que leer "Ofendiéndola" con mayúscula, como nombre propio de una damisela?

La imaginación generó una ondulante y profusa decoración exquisitamente operática o balletística y algo cursi, en medio de la cual la danzante Ofendiéndola coruscaba con una luz de bisel de espejo. Acudí al diccionario, a una enciclopedia, a algunos lexicones (que, con perdón, así se llaman) pero, como pasé semidormido por el verbo ofender, no obtuve más que silencio acerca del supuesto sustantivo o nombre propio. Desconcertado, con los párpados abiertos aunque pesados, me fui al lecho para dormir enteramente, pero tenía el espíritu habitado por ofendiéndolas que bailaban barcarolas de Offenbach en un paisaje como de Max Ernst en el que lo vegetal, lo animal y lo mineral se entretejen en alucinante promiscuidad.

Y semidormí todo el resto de la noche.

Cuando al día siguiente, tras el frío duchazo, tras la taza de café, estimulantes de la lucidez (o de la ilusión de la lucidez), visité de nuevo la página de Gómez de la Serna, hubo un clic en mi mente, el significado de la palabra dejó de estar obturado y...

Pero, claro: ¡ofendiéndola!, no un sustantivo, sino el gerundio de ofender, en modo de enclítico, y me puse un dedo en la frente, luego dos, luego tres, luego todos los de una mano (gestos que, según Lichtenberg, ayudan a pensar) y reflexioné o acaso soñé un rato. Deduje entonces que si la palabra me sorprendió al adquirir otro posible significado, se debía en parte al desvelo, a la razón desviada por la fatiga, y en parte a la sintaxis de Gómez de la Serna, todo lo cual me hizo resbalar desde el asunto real de la palabra hacia otro supuesto y fascinante.

Enigma aclarado. Pero creo que no necesito decir que tras esa aclaración me sentí defraudado, robado, despojado de esa maravillosa, aromática, exótica ofendiéndola u Ofendiéndola, flor o mujer o elfa que quizá habita, multicolor, espléndida, lujosa, lujuriosa, en un jardín musical de Offenbach o en una hipnótica pintura de Max Ernst, como, digamos, El ojo del silencio (que ilustraría bien este artículo pues para mí es un icono del insomnio).

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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