Cultura

La alucinante momioteca del doctor Claude-Bey

  • Los inmortales del momento
  • La alucinante momioteca del doctor Claude-Bey
  • José de la Colina

En 1798 Thomas Robert Malthus, en el Ensayo acerca del principio de la población, tan discutido e impugnado que se convertiría en un clásico de los estudios demográficos, alertaba a la humanidad sobre el caso del crecimiento de la población humana en progresión geométrica mientras los alimentos disponibles solo crecen en progresión aritmética. Y, aunque desde entonces la tesis ha sido impugnada por científicos opuestos al alarmista Malthus, resulta hoy que vastas zonas de la Tierra sufren de ese monstruo humano, demasiado humano: la explosión demográfica. Las estadísticas, ya alarmantes tan solo considerando la cantidad de seres vivos que pisan “nuestro” planeta, no toman en cuenta la sobrepoblación de las momias tal como la estudia un libro que hace cuarenta años hallé en el mercado de viejo de La Lagunilla: De la Peste observée en Egypte/ Investigations et considerations sur cette maladie, un informe presentado en 1840 a la Academia Real de Medicina de París por el doctor Antoine Bartholomé Clot-Bey, presidente del Consejo General de Salud de Egipto. Más allá de su condición científica, el libro tiene páginas narrativas tan apasionantes como esta que acaso Buñuel habría querido poner en cine:

“En 1835 fui llamado a un convento de El Cairo por un caso de peste. En una sala inmensa vi a un venerable viejo sacerdote, sentado desfalleciente en una silla, y muy lejos de él, cautamente pegados a las paredes, formaban círculo otros religiosos de los cuales ninguno (me avergüenza decirlo pues se trataba de hombres franceses y cristianos) acudía en su ayuda. Aquello parecía una ceremonia de terror. Para auxiliar al enfermo, pedí ayuda a los sacerdotes, pero ninguno se movió, y solo al recurrir a un sirviente musulmán, movido por mi regaño, acudió a ayudarme”.

En las descripciones de la desintegración y humillación de la carne enferma desplegadas por el informe Clot-Bey tal vez Salvador Elizondo, el autor de Farabeuf y de El hipogeo secreto, hallaría materia digamos erótica para esta hoja de mero reporte médico:

“En un viaje a Candia he visto a leprosos relegados fuera de los muros citadinos y sin embargo en contacto cotidiano con los habitantes. Había muchachas que solo tenían leves señales del mal, aunque frecuentemente ocultas, y a algunas de ellas la lepra las vuelve más esplendorosas, acentuándoles el furor amoroso, y nunca faltan los muchachos empujados por la lujuria hacia dichas hetairas”.

Incurriendo en el tema de la excesiva demografía, Clot-Bey trata acerca de la momificación, técnica que famosamente ejercieron los egipcios, y este párrafo, de irreprochable rigor en su cálculo aritmético, podría leerse como una página de la fríamente delirante ciencia patafísica de Alfred Jarry:

“Si fuese verdad, como pretenden mis colegas Pariset y Lagasquie, que el antiguo Egipto tenía salubre atmósfera gracias al embalsamamiento general de los cuerpos humanos y animales, y que la peste se habría sido originado desde que se abandonó la práctica de la momificación general, se comprendería que no hubieran pasado muchos siglos para que en el populoso valle del Nilo los muertos expulsaran a los vivos. Siendo baja la edad vital de cada generación, en cada siglo renacía cinco veces la masa corporal de una población. En consecuencia, en tres mil años habríase dado la momificación de ciento cincuenta poblaciones egipcias de siete millones de individuos, los cuales habrían arrojado un total de mil y cincuenta millones de momias tan perfectamente conservadas como las de los hipogeos de Tebas. Y esta aterradora cantidad, más la considerable cifra de animales momificados para acompañar a los los humanoss, ocuparía un espacio muy superior a la superficie total de Egipto, convertida un inmenso y abigarrado hipogeo”.

Clot-Bey delega a nuestra imaginación esa incesante explosión demográfica de momias de hombres, mujeres, niños, gatos, aves, etcétera. Asusta prever las consecuencias en la historia planetaria, pues, para ganar espacio vital además de espacio funeral, los gobernantes de todas las partes del mundo necesitarían emprender incesantes guerras, y quién sabe si “nuestro” planeta no sea un enorme, creciente, vario y alucinante hipogeo nada secreto.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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