Cultura

El pasado familiar de un exilio se vuelve presente

  • Los inmortales del momento
  • El pasado familiar de un exilio se vuelve presente
  • José de la Colina

Cuitado, es decir aquejado de una cuita, o sea de alguna aflicción o desventura, el poeta y caballero guerrero Garcilaso de la Vega escribió en el primer tercio del siglo XVI un soneto cuyos cuatro primeros endecasílabos lo identificarían como uno de los doloridos cantores de la condición de exiliado, es decir del hombre desterrado o expatriado:

“La mar en medio y tierras he dejado/ de cuanto bien, cuitado, yo tenía;/ y yéndome alejando cada día,/ gentes, costumbres, lenguas he pasado”.

Pero, como decía otro poeta —este del siglo XX: Tomás Segovia—, un poema no ocurre solamente en la página donde esté escrito, o desde la cual sea leído, sino que esencialmente aletea o palpita entre ese texto y el lector. Y así en aquellos cuatro versos del soneto garcilasiano, que podrían haber sido inspirados en la cuita causada por un caso de amor desdeñado, ocurre que cualquier lector pueda entenderlos, según su temperamento y su sensibilidad, como dichos por un cuitado del exilio, esto es, exhalados por quien sufre la tristeza de haber sido expulsado de su tierra o su patria, y se hallara, como otro poeta —también del siglo XX y a su vez del exilio republicano español: Pedro Garfias—, a bordo del transoceánico barco Sinaia, en el cual iba a un destierro o exilio, a propósito de cuya situación decían sus también cuatro primeros versos:

“Qué hilo tan fino, qué delgado junco/ de acero fiel nos une y nos separa/ con España presente en el recuerdo,/ con México presente en la esperanza”.

Las voces de esos tres grandes poetas, el distante Garcilaso y los más cercanos Pedro y Tomás, llegaron a mí unidas en el solidario rumor del recuerdo de quien, como yo, ha sido también un desterrado o transterrado o exiliado entre los veinte mil que por esos años acabaría acogiendo México, gracias el entonces presidente Lázaro Cárdenas.

Casi musité aquellos versos arriba citados al concluir la exhibición de la extraordinaria obra cinematográfica Un exilio: película familiar, realizada o más bien completada, en este año por el cineasta Juan Francisco Urrusti con la colaboración de los fantasmas y las presencias de sus parientes y amigos, a los cuales había inicialmente filmado sin el propósito de hacer una “obra” acerca del exilio republicano español, tema demasiado general y por lo tanto casi abstracto, sino solamente intentó, en diversos años y ocasiones, recolectar a gente de la parentela y del ámbito de la amistad de la familia Urrusti-Sanz. De lo cual ha resultado un filme que tiene mucho de documental —pues además reúne no pocos documentos textuales, fotográficos y cinematográficos que se han producido desde los comienzos del siglo XX hasta nuestros días, enlazando muy bien la historia colectiva española con las historias personales de unos hombres y mujeres, españoles presentes con sus propios rostros y voces—, pero que sobre todo es un grande, emotivo y apasionante filme testimonial, y por eso su título, Un exilio, pues no pretende ser la crónica general del exilio español republicano, sino recoger la crónica personal de UNAS experiencias individuales del hecho histórico colectivo.

En este tan cálido como libremente narrado filme, los rasgos faciales, el grano y el tono de la voz recrean personajes que son personas reales intensificadas, identificadas, por el cine y por el talento de Urrusti —mexicano hijo de españoles—, productor y autor de 21 excelentes documentales fílmicos y de televisión, miembro fundador del Comité Latinoamericano de Cine de Pueblos Indígenas y de la Comisión de Antropología Visual de México, quien por una vez se adentra en su memoria personal y en la de su parentela y el círculo de amigos para hacer un bello ejemplo de revivificación de un pasado que merece seguir presente, aún vivo, en la mente y en el corazón.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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