Larvatus prodeo (“enmascarado avanzo”) sería la consigna de los autores anónimos o con seudónimo que se dedican a la literatura panfletaria o libelista. Uno de ellos fue el escondido Bruno, solamente Bruno, quien recibió de algún alto político gubernamental el encargo de escribir un libelo sobre Ocaranza, un catedrático, periodista, izquierdista y hombre de oposición a un gobierno corrupto.
Tal es el planteamiento de la segunda novela de Federico Campbell, Pretexta, título derivado de una palabra del latín que nombra la toga usada en la antigua Roma por magistrados y jueces.
A partir de actas de comisaría, informes de guaruras, torcidas fichas psicológicas y chismes venenosos del periodismo, Bruno empeña su pasión en escribir un libro que firmará un autor fantasma. Esa ficción perversamente documentada le dará una suerte de poder. El daño que su libro cause mostrará su fuerza, tanto mayor por provenir de atrás de la máscara. Se trata no solo de inventarle una biografía y una falseada identidad a Ocaranza, sino además de ocultar la identidad de Bruno mismo, y éste, pese al voluntario anonimato, habrá engendrado un libro que desea lograr como una obra maestra de su género.
Artista del ataque anónimo según su modelo: el histórico “Junius” —que a finales del siglo XVIII perturbó a Inglaterra con sus venenosos panfletos—, Bruno, como un Flaubert depravado, buscará “la palabra justa”: aquella que haga daño sin delatar a quien la escribe. Como los grandes creadores anónimos, como un artista de la difamación, quiere a la vez esconderse tras su obra y, a la vez, hacerla magnífica en prosa y en ironía: “Despistaría a sus posibles perseguidores, a los exégetas, a las ratas de biblioteca que roerían el mamotreto con lupa en mano. Se moriría de risa al imaginarlos mientras trataban de dilucidar los probables devaneos de su estilo, su voz narrativa, sus proyectos personales”.
Y una de las astucias de Federico Campbell, el novelista creador del libelista Bruno, consiste en que el primero de los posibles perseguidores, exégetas y ratas de biblioteca que critiquen la obra de Bruno sea precisamente Bruno, autor de un libro infamante, escritor “invisible” pues no dejará pistas a los posibles escudriñadores (o los “descodificadores”, en el lenguaje tecnoliteratócrata de hoy). Bruno es a la vez el reverso de Campbell: se persigue y espía él mismo, buscando expulsar de su mamotreto el modo estilístico y la voz personal que lo delatarían.
En Pretexta, lúcida obra hoy demasiado olvidada, libro que por seguir siendo actual merecería la reedición, Federico Campbell revitalizó, como de paso, un motivo que algunos autores habían reiterado hasta casi desgastarlo: la escritura acerca de la escritura. Ha reanimado un (¿secundario?) motivo como parte del drama político que se juega en el caso de un tan hábil y vil escritor que medra desde un corrupto mundillo político en el cual algunos medios de información ejercen un pequeño poder que baila al son que el gran Poder toca. Un medio en el que “delito es lo que la ley dice que es delito” y “si desaparecen quince periodistas, no sucede nada”. En tal terreno pantanoso Bruno goza refinando la vileza tras la cuidadosa máscara de palabras.
Lo que, aparte de la desengañada mirada a la realidad política, hace de Pretexta una novela viva y —valga la paradoja—, brillantemente negra, es precisamente la rigurosa narración de la vileza con “drama interior” del libelista. Escribiendo su libelo, Bruno se desvela por proceder con “la dignidad del artista” y con el orgullo de ser un don Nadie con algún oculto poder: “El más alto honor consistía en la destrucción de su identidad, (en) no tener identidad, en ser el redactor fantasma: el cronista enmascarado”. Así, el libelista Bruno llega hasta a sentirse seducido por “la encantadora maldad del anonimato”, pero también se ha encariñado con Ocaranza, a quien agravia y en cierto modo homenajea falsificándolo, o sea: reinventándolo. Así, aunque el verdadero Ocaranza sea oprobiado, Bruno habrá conseguido, arrastrado por la fascinación hacia él, hermanársele quiméricamente, re-creándolo como su personaje, el gran protagonista de su ficción.
Con Pretexta (primera edición en la colección Letras Mexicanas, Fondo de Cultura Económica, México, 132 páginas, 1979), Campbell aportó a la literatura mexicana una hoy injustamente ignorada roman noir entre las mejores, las más inteligentes y por tanto más perturbadoras de cualquier idioma.