Diariamente, entre las 6:30 y las 9:00 horas, y entre las 13:00 y las 14:00 horas centenas de vehículos, a bordo de los cuales señoras y señores llevan a sus chavos al Colegio Simón Bolívar o esperan a que salgan de allí ya bien instruidos a toque de tambor, se estacionan en el último tramo de la avenida Río Mixcoac, entre la calle Manzano y la avenida Universidad (colonia Florida, delegación Álvaro Obregón, CP 01030) y a unos metros del domicilio del cronista que esto teclea. Y en tal lugar es donde ocurren las quietas caravanas de vehículos y los ululatos de cláxons e incorrectas palabrotas de los conductores, y a veces también de las conductoras (quienes quizá así trompetean su gozo de vivir en tiempos de la liberación femenina).
Lo curioso es que muchos de esos señores y señoras automovilistas viven a 100 o 150 pasos del colegio de los pipiolos, pero ¡pues cómo van a enviar a los adorados descendientes a mero pie calzado! Nomás eso faltaría, qué iban a pensar los vecinos del rumbo, que suelen ser de buena lana (menos el cronista). Ni modo de dejar que se piense que los papis carecen de nivel económico y social y no disponen de vehículos para el transporte del señor, la señora y el señorito estudioso de la carrera de hijo de papi y aficionado a las carreras de coches en cualquier avenida y a los arrancones aún no demodés. Y si, además, en la banqueta de este tramo de Río Mixcoac ya duran dos años de trabajos para un paso subterráneo o un puente, he aquí que en este rumbo el tránsito de los ciudadanos a pie resulta a todas horas, pero sobre todo en las arriba mencionadas, una aventura que ni un émulo de Indiana Jones la emprendería.
Y, ¡claro!, no hay en el cercano e importante crucero de la avenida Universidad y la avenida Río Mixcoac agentes de tránsito, ni siquiera un dúo anacrónico, de uniforme en color "tamarindo", como el que inmortalizaron dos astros cantantes de la época de oro del cine nacional: Pedro Infante y Luis Aguilar, ¿los recuerda usted?