Viajando de pie y apretujado como de costumbre en el atiborrado vagón de la Línea 3 del Metro, o sea la "verdolaga" (como folclóricamente apodan algunos de los sufridos usuarios a dicha rama del transporte subterráneo), el cronista casi no creyó a sus orejas, de las cuales sin jactancia puede decir que reciben sílabas y sonidos con al menos setenta y cinco por ciento de high fidelity, cuando un joven cantante vagonero, acompañado de guitarrazos y con algo de estilo rock, se soltó ejecutando una canción de Chava Flores que el cronista creía ya abolida en la memoria pública hace quién sabe cuántas décadas. Decían los iniciales versos de la susodicha canción:
"Oye, Bartola,
'ay te dejo esos dos pesos;
pagas la renta,
el teléfono y la luz.
De lo que sobre,
coges de 'ay para tu gasto;
y guardas el resto
para echarme mi alipús"
El cronista pensó entonces —pues a veces piensa, y no solo teclea a lo loco para asegurar pagos de renta, teléfono, internet y, ultimamente, tazas de café en lugar de alipuses— que las viejas buenas canciones (igual que las de los viejos buenos soldados de una tan buena como vieja romanza inglesa... o irlandesa... o escocesa) nunca mueren. Sus letras y sus músicas quedan, como quien dice, "nadando de muertitas", esperando renacer un día en que la memoria colectiva, formada de millones de memorias individuales y a veces cantarinas, les ofrezca una segunda o enésima oportunidad. Y resultó que, en estos tormentosos, trompetosos y trumpetosos tiempos de acelerada carestía, esa ironía de la canción del inmortal Chava, a la cual podemos suponer compuesta en una pasada y semejante situación de la economía nacional, venga a reverdecer como urgidamente improvisada ayer mismo.
Pero vale preguntarse cuántos (10 o 100 o mil o 10 mil?) pesos tendría que guardar Bartola para poder pagar las cuentas de la renta, el teléfono, la luz y, ¡además!, el alipús del desconside- radamente optimista marido.