Un poeta escribió acerca de “los cuerpos que deberían andar desnudos por el mundo”, y seguramente pensaba en cuerpos hermosos, de los que causan gratificación visual. Y esa clase de gratificación, y también de “ingratificación” —algunos poseedores de cuerpos no merecemos la desnudez pública—, es la que el cronista tuvo hace unos días cuando, caminando por la avenida Juárez, a la altura del Eje Central, vio pasar un contingente de personas de los dos sexos que, garbosa o desgarbadamente, pero con ánimo de “¡pedal y fibra!”, practicaban el ciclismo en modo nudista.
El cronista encontró a una conocida (afortunadamente de muy buen cuerpo en su casi desnudez) que se manifestó orgullosa, dijo, de haber ella y sus compañeros inventado ese vistosísimo modo de protesta cívica, organizado para que se hiciese visible la indefensión de los ciclistas en Esmógico City, la ciudad (o lo que aún sea) dominada por el gran número y la brutalidad de los automovilistas.
El cronista charló con la bella señorita en bici y elogió su valentía de protestar bicicleteando en cueros, o más bien, en medios cueros, pero tuvo que recordarle que ni ella ni los otros y otras ciclistas habían inventado el paseo citadino y protestatario montando en cueros algún modo de vehículo, y mencionó a aquella Lady Godiva que ya en el siglo X d. C. (según atestigua una vieja crónica) paseó enteramente desnuda, a lomo de caballo y para protestar contra las muchas gabelas, por las calles de la ciudad de Coventry, Inglaterra.
A lo cual la bella ciclista replicó que, aparte de ser demasiado grueso llamar “vehículo” a tan noble animal como el caballo, la tal Godiva no había utilizado bicicleta, lo cual la descalificaba “históricamente” de ser precursora del ciclismo protestatario. Y de nada sirvió que el cronista alegase que lo de menos era la diferencia entre montar animal o vehículo para protestar, sino que lo importante era la desnudez pública, paseante y protestataria, así que mi amiga era una lady Godiva del siglo XXI…
La bella manifestante, que no quedó convencida y sí algo disgustada, partió pedaleando, y su larga y negra cabellera ondeó como un heroico pendón que, ya digo, me alienta a glorificarla sobrenombrándola así: la Lady Godiva del ciclismo protestatario.
